Un diferente y su diferencia: Vida y obra de Carlos M. Grünberg
Estudio introductorio al libro de ese título, antología de la obra de Carlos M. Grünberg, compuesta y anotada por Eliahu Toker, editada por el Taller de Mario Muchnik en Madrid, España, 1999.

Fue en la antigua casona de la calle México, en la vieja sede porteña de la Sociedad Argentina de Escritores, durante la noche del 23 de noviembre de 1965, al finalizar la presentación de Junto a un r ío de Babel, su último poemario. Varios escritores (Juan José Ceselli, Marta Lynch, Bernardo Ezequiel Koremblit, Ulyses Petit de Murat, César Tiempo, Bernardo Verbitsky) se habían ocupado ya del libro y una actriz (Rosa Rosen) había dicho algunos de los poemas. Fue entonces que el autor, Carlos M. Grünberg, leyó esas dos carillas de apretadas lineas escritas a máquina, que aún se conservan, y que se iniciaban así:

He reflexionado largamente, desde la niñez hasta la vejez, sobre mi condición y mi situación de judío, de miembro de una familia espiritual minoritaria, inmerso en un mundo poco inteligente y poco tierno, proclive a confundir lo diverso con lo adverso, lo opuesto con lo contrapuesto, lo extraño con lo extravagante, lo otro con lo hostil y con lo aborrecible. Cada humano es una galaxia de diferencias específicas (...). A mí me ha tocado en suerte ser varón por el sexo, blanco por el color de la piel, judío por la estirpe, argentino, porteño, racionalista, librepensador, hispanohablante, versificador, etcétera. Mi diferencia es única, impar, irrepetible. (...)

Mi diferencia es un hecho, y de este hecho emana un derecho: mi derecho a ser diferente. Y también emana un deber: mi deber de ser diferente. Y de mi derecho a ser diferente emana una obligación: la obligación, que tienen todos los demás, de respetar y alentar y amar mi diferencia. Yo amo mi diferencia con el amor con que la amaría si fuese otra diferencia y con el amor con que amo las diferencias ajenas. He aquí mi modo de amar a mi prójimo como a mí mismo. Yo he nacido para abogar en verso por la diferencia y para hacerlo con el ejemplo de mi diferencia y en especial de estos dos atributos integrantes de mi diferencia: mi judeidad y mi argentinidad.

Tras recorrer una y otra vez todo lo que CMG dejó escrito; tras observar lo que dijeron y dicen acerca de él quienes lo conocieron de veras, resulta claro que en estas lineas se condensa el credo ético y poético del hombre, el pensamiento que atraviesa lo mejor de su obra. Sin renegar nunca de ninguna, CMG expresó de múltiples maneras su compromiso crítico con su judeidad y su argentinidad, los dos hemisferios de su mundo espiritual. Ya de adolescente expresó su indignación ante una expresión de ultranacionalismo argentino y varias décadas más tarde, siendo representante del recién nacido Estado de Israel, se pronunció apasionadamente contra un posible ultranacionalismo judío. Pensador y poeta, nadie definió tan claramente como él mismo los objetivos y los límites de su propia obra:

De mis escasos lectores, casi todos juzgan que mi verso es demasiado razonante, que en su léxico y en su sintaxis se conserva demasiado cerca del habla, con suicida preterición de la regla de oro del famoso alejandrino de Mallarmé: “donner un sens plus pur aux mots de la tribu”, y que por aquello y por esto escala difícilmente el abrupto monte de la poesía y se eleva raramente al cielo del lirismo. Tienen razón. Todas las diferencias son igualmente válidas, pero no todas son igualmente valiosas. Soy un poeta diminuto; mi musa sería música, si música fuese el diminutivo de musa. Pero no me importa. Ninguna diferencia se justifica siendo así o asá; toda diferencia se justifica siendo. Yo he nacido para abogar por la diferencia y por mi diferencia y para hacerlo en verso opinante, conversacional y deslirizado. Mi diferencia es ésa y estoy conforme y estoy contento con ella.

Desde aquella noche del ‘65 ya pasaron treinta largos años, tachonados en la Argentina y en el mundo de infinidad de sucesos, no todos precisamente felices. Y en estos treinta años Carlos M. Grünberg, que nunca fue un autor popular, quedó cubierto por el olvido. El objeto de estas páginas es rescatar de ese sitio, aunque sea en parte, al hombre y al personaje, recuperar momentos significativos de su pensamiento y de su creación literaria.

 

Literatura Judeo-Argentina

La valoración del  diferente y de la diferencia, ejercicio que va bastante más allá de la tolerancia o del mero respeto por quien no es igual a la mayoría,  para concebirlo además como alguien que puede brindarnos una mirada original sobre la sociedad de la que formamos parte, es un proceso que va cobrando mayor entidad en la Argentina a medida que la democracia se profundiza en la conciencia de la gente. Después de los años del desprecio sufridos por nuestra sociedad, fue imponiéndose, con altibajos, un cambio de actitud ante el diferente, pasando lentamente de la desconfianza al interés por conocer las particularidades de su experiencia. Es el caso de los protagonistas de la experiencia judía en la Argentina, a cuyo testimonio recién comienza a dársele la importancia que tiene.

El mejor atajo para ingresar al territorio de la experiencia de un grupo humano es recorrer la palabra de sus protagonistas. Así, a partir del restablecimiento de la democracia argentina se multiplicaron las investigaciones acerca de esa zona particular de su producción literaria que podría denominarse judeo-argentina, zona que pese a lo impreciso de sus límites incluye obras de una cantidad de autores que han hecho de sus vivencias judeo-argentinas el nucleo de su tarea creativa. Es el caso de Alberto Gerchunoff, César Tiempo o Carlos M. Grünberg, y más recientemente Germán Rozenmacher, Mario Szichman o Gerardo Mario Goloboff, por sólo mencionar algunos nombres destacados de entre aquellos que brindaron en castellano testimonio literario de esa experiencia. A fuer de prolijos habría que incluir también nombres de los escritores que durante la primera mitad de este siglo dieron cuenta en lengua ídish de sus vivencias en estas latitudes, capítulo aparte casi no transitado todavía. Pero lo que nos propusimos aquí es detenernos en Carlos M. Grünberg y su universo.

 

Un par de poetas judíos porteños

Si bien la llegada de los primeros judíos a la Argentina se remonta a mediados del siglo XIX —e incluso a épocas anteriores— la inmigración judía masiva al país dió comienzo en 1889 con algunos grupos que arribaron de un modo apenas organizado. Pero ya un año más tarde dió inicio a una inédita experiencia colonizadora agrícola judía en el interior argentino, que  por su originalidad dió pie a un conjunto de obras en castellano y en ídish, siendo la primera y más notable Los gauchos judíos de Alberto Gerchunoff (1884-1950), testimonio clásico del encuentro judío con el campo argentino, escrito en un español de infrecuente belleza [1].

En una época marcada por el torrencial desembarco en este país de sucesivas oleadas inmigratorias, el impacto recíproco entre los inmigrantes judíos y la ciudad de Buenos Aires también encontró tempranamente expresión literaria en un conjunto de autores de entre los que sobresalieron en castellano las voces de dos poetas un par de décadas más jóvenes que Gerchunoff: precisamente Carlos M. Grünberg (1903-1968) y su coetáneo César Tiempo  (1906-1980).

Poetas urbanos los dos y sensibles ambos al espíritu de su tiempo, constituyeron con sus similitudes y diferencias un par de figuras arquetípicas de la primera generación literaria judeo-argentina. Ambos comparten un cuidado casi obsesivo por la expresividad y limpieza idiomáticas, y una intensa amistad con el diccionario y con sus vocablos más castizos y menos transitados. Esta preocupación por la lengua es un rasgo de la época [2] tal como lo es el integrarse a grupos literarios. Los dos lo hacen aunque en diferente dirección. Grünberg se acerca a los círculos porteños de experimentación vanguardista, representados por el grupo Florida y la revista Martín Fierro, mientras Tiempo se siente atraído por los abanderados de las inquietudes sociales, de los inmigrantes y los marginales, reunidos simbólicamente en el grupo Boedo y en la revista Claridad. Más allá de la distancia, no siempre demasiado nítida, entre Florida y Boedo ( “la torre de marfil versus la torre de Babel” en la expresión de David Viñas [3]) ambos poetas tienen en común la intensidad de su relación con la cosa judía.
 
“Si algún mérito me cabe  —decía César Tiempo— es haber descubierto con Carlos Grünberg a las gentes  judías y su ámbito en nuestro país, y que  sin dejar el ghetto  tras nuestro —un ghetto metafísico, entiéndase bien—, lo llevamos con nosotros, sin desfallecimientos ni concesiones, hacia los anchos  horizontes, hacia las colinas azules, hacia la vida hervorosa, que está de espaldas a los muros y a las miserias que pugnaban por aprisionarlo. (...) Con el  andar de los años —no muchos— descubrí a las gentes de mi pueblo y a sus calles, que conozco tan bien como las calles que  conducen a mi corazón. Quien se haya arriesgado por las páginas de mis libros sabáticos comprobará hasta dónde mi fortuna me permitió descubrir para la lírica nacional ese mundo laborioso y siempre esperanzado que alguien llamó fermento de la humanidad”. [4]

La mención que César Tiempo hace de Grünberg no es gratuita. Aunque el tono de ambos sea totalmente diferente, tienen en común  la exaltación de la confluencia entre su judaicidad y su argentinidad, orgullosos de ambas y no dispuestos a sacrificar ninguna en beneficio de la otra. [4]

 

El primer Grünberg

Carlos Moisés Grünberg  nació en la ciudad de Buenos Aires el 29 de agosto de 1903, en el seno de una familia de inmigrantes poco comunes. CMG le dedica una detallada descripción en una extensa carta familiar, inédita hasta ahora [5], encontrada entre los pocos papeles que el poeta no destruyó antes de su muerte. Allí brinda datos de un mundo que debe de haber alimentado su imaginario, un mundo en el que se cruzan la filología, el tiempo hecho relojes, la vieja tierra de Israel y un muy temprano viaje al Cercano Oriente y a Europa.
 
Su padre, Mardoqueo (Manuel) Grünberg —nacido en 1875 en Jafa, ciudad portuaria de la entonces Palestina, hoy integrada a Tel Aviv— fue de niño pensionista y alumno del filólogo y escritor Eliezer ben Iehuda, artífice de la moderna lengua hebrea [6]. Ya adolescente, Manuel Grünberg aprendió en su ciudad natal el oficio de relojero y a los diecinueve años montó un taller de relojería en Jerusalem. Unos años más tarde, tras breves residencias en Túnez y en Marsella, en febrero de 1898 arribó a Buenos Aires, ciudad en la que se estableció y en la que contrajo enlace, en 1902, con Judit (Julia) Krauthamer. Al año siguiente vió la luz su promogénito, Carlos M. Grünberg.

Algunas experiencias muy tempranas debieron de impresionar la imaginación y los sentidos del Grünberg niño. En la mencionada carta familiar, dirigida a una prima, relata:

Fue a mediados del año 1913. Yo había nacido en 1903 y tenía nueve años y medio. Mi padre hizo un largo viaje y me llevó consigo. Siempre había soñado volver a su país natal, Palestina, para visitar a sus padres. Su padre, Wolff Alter Grunberg, nuestro abuelo, había muerto un año antes, en 1912, en Egipto, en Alejandría, en casa de su hermano Moisés, tío nuestro. El principal objeto de su viaje era, pues, visitar a su madre, Lea Levín de Grunberg, nuestra abuela. Conocí a nuestra abuela en Alejandría, en casa de nuestro tío Moisés. Jamás olvidaré la escena del reencuentro entre nuestra abuela y mi padre, ni tampoco los mimos que nuestra abuela nos prodigaba. En la misma ciudad conocí (...) incluso la tumba de nuestro abuelo, al pie de la cual mi padre recogió un puñado de arena que guardó siempre para que a su muerte fuese sepultado con él. En El Cairo conocí a Jacobo Neumann, que había sido el maestro de mi padre en el arte de componer relojes. Mi padre y yo pasamos después a Palestina y visitamos Jafa, Rischon-le-Zion, Petah Tikvah y Jerusalén. (...) Me acuerdo perfectamente de Jerusalén, de sus calles viejas, estrechas y empinadas, de sus judíos flacos, barbudos y patilludos, del Muro de los Lamentos, del Santo Sepulcro, de la Mezquita de Omar, de la esquina donde mi padre había tenido establecido en 1894 su taller de compostura de relojes y de la casa donde nuestros abuelos habían vivido y donde nuestra abuela seguía viviendo. En esta casa volví a encontrarme con nuestra abuela. Delante de esta casa había un jardín con árboles añosos. Cada uno de estos árboles tenía, como un ser humano, un nombre propio puesto por nuestro abuelo... [7]

En ese viaje de 1913 CMG recorrió con su padre, amén de Egipto y Palestina, ciudades de Austria, Italia y Suiza. Al año siguiente estallaría en algunos de esos parajes la Primera Guerra Mundial.

Muy tempranamente hizo suyo CMG el mal de pensar y el de defender en voz alta su pensamiento, y no tardó en tener que pagar esa osadía. Apenas contaba quince años cuando, en mayo de 1919, es expulsado del colegio Mariano Moreno, víctima de una provocación de un compañero ultranacionalista. No está demás recordar que en enero de ese mismo año había tenido lugar en Buenos Aires la Semana Trágica [8]. La crónica del incidente que culminó con aquella expulsión apareció en la revista Vida Nuestra de junio de ese año [9]. acompañando “Una composición”, primer trabajo de CMG en ser publicado. A esa composición, “El 25 de mayo; su influencia continental”, que uno de sus profesores había encomendada a los alumnos para celebrar la fecha patria argentina, Grünberg le agregó las palabras “y universal”, componiendo bajo ese nuevo título un texto de notable claridad, fuerza y convicción acerca de la misión moral universal a cumplir por la Argentina tras la recién finalizada Primera Guerra Mundial:

Si es verdad que la civilización sigue una trayectoria occidental, como si estuviera integrada por una bola que rueda en esa dirección, es evidente que el suelo americano va a convertirse definitivamente en punto de referencia de todos los valores morales de nuestro planeta.

En efecto, las naciones del continente europeo han degenerado y caído lamentablemente. La guerra ha sido, para el resto del mundo, la demostración decisiva de ese hundimiento moral y material. Y la paz que se está realizando es la prueba palpable de que aquellos pueblos han perdido su dignidad.

Quien hable de las próximas reconstrucciones, juzga obtusamente, y yerra en consecuencia, porque si habrá reconstrucción, ella sólo será de los ídolos de las catedrales y de los muros de las cárceles, pero jamás de aquellos adelantos que, elaborados merced a la acción conjunta de los siglos y de los sacrificios humanos que los enrojecieron, eran orgullo legítimo de la humanidad. (...)

Los pueblos americanos se encuentran ahora ante dos insinuaciones: un ejemplo y una misión. El ejemplo, es detestable; la misión, es sublime. El ejemplo debe ser rechazado, porque los pueblos americanos no son ni serán suicidas. La misión debe ser acatada con nobleza, porque dichos pueblos tienen conciencia de su vida y sabrán ennoblecerla. (...)

Nuestro país está particularmente preparado para llenar su fin. Lo atestiguan los dos hechos más notables de su historia: la revolución del 25 de mayo de 1810 y la constitución del 25 de mayo de 1853. (...) He dicho que nuestro país es el más preparado para contribuir a la grandeza del planeta, pero no he dicho que lo será. Si nuestro antepasados nos han hecho un precioso legado, es bueno recordar que no hay que dormirse sobre los laureles. (...) [10]

Reprodujimos in extenso algunos fragmentos del trabajo primerizo de CMG —que puede leerse íntegro en otra parte de esta obra (Vida y obra de Carlos M. Grünberg, 1999) — para observar qué tempranamente se pueden atisbar en él señales de un pensamiento propio y polémico, que trasciende lo inmediato y se centra en una visión universal, idealista y libertaria.

Tras su expulsión del Mariano Moreno, CMG ingresó al Bernardino Rivadavia donde tuvo por compañero a un tal Israel Zeitlin, poeta que luego cobraría renombre bajo el seudónimo de César Tiempo, quien presentando en 1965, en la Sociedad Argentina de Escritores, Junto a un río de Babel, recordaba así a su compañero de entonces:

La primera vez que vi —y oí— a Grünberg fue hace más de cuarenta años en el patio del Colegio Nacional Bernardino Rivadavia, en la vieja casona de la calle Chile. Se celebraba una efemérides patria y en lugar de los discursos al papel carbónico, acribillados de lugares comunes y cursilerías al uso en tales circunstancias, un alumno, un muchacho que estaría en tercer o cuarto año, se había encaramado al tingladillo para darnos a conocer una página poderosa poderosamente leída. Cosa inusitada, no nombraba a ninguno de los próceres con quienes hacen rodeo los profesores de reata, ni convocaba a los paraguas reunidos eutrapélicamente bajo la lluvia en la fecha inmortal, ni invocaba al león tendido y rendido a los pies de la nación. El muchacho transcurría donosamente por esa selva con rumor de dioses que se llama Antiguo Testamento e invocaba a Isaías y a otros profetas tronitronantes y hablaba de su amor a la patria con un amor entero y varonil de macabeo en armas, sin literatura y sin desplantes de compadrito, víctima de esa elefantiasis de la autosobrestimación a la que somos tan propensos.

El compromiso ético y profético de Grünberg cobra expresión activa con su ingreso en 1922 a la logia Unión Justa, en la que consigue ser admitido pese a no haber alcanzado, con sus diecinueve años, la edad mínima que fijan las normas de la logia [11]. Su inquietud societaria también incluye el ámbito judío: en 1923 está entre los fundadores de la Asociación Hebraica, antecesora de la actual Sociedad Hebraica Argentina [12].

Esos primeros años veinte son para Grünberg años de experimentación literaria. A partir de aquella primera colaboración suya, a los quince años, continúa publicando en la revista Vida Nuestra poemas y notas de crítica literaria, e incluso, en 1923, dos cuentos, los únicos que se le conocen, “Un esposo” y “Padre” [13], cuentos breves, de tono sombrío, de prosa rica y económica, ambientados en algún villorrio judío de Europa Oriental. En 1924 colabora intensamente en la revista Martín Fierro, con cuya propuesta literaria de introspección y experimentación poética, como veremos, se muestra afín.

 

Las cámaras del rey

En 1922, año particularmente prolífico para la literatura argentina, en el que vieron la luz  las primicias de Oliverio Girondo, de Francisco Luis Bernárdez, de Horacio Rega Molina, de Leopoldo Marechal, también aparece el primer poemario de Grünberg. Titulado Las cámaras del rey [14], incluye algunos poemas de una provocativa sensualidad y omnipotencia adolescentes y otros en cuyos idealismo, pesimismo e ironía se reconoce el germen del CMG futuro. Salvo en estos rasgos, lo judío no aparece en las páginas de este libro. Lo común a todos los textos que lo componen —y a toda la siguiente producción poética de Grünberg— es el cuidado formal, la prolija construcción, a menudo experimental, de cada poema, de su ritmo, métrica y rima.

No resulta difícil entrever quién es el rey que habita las cámaras que dan título al poemario y qué clase de palacio es el suyo: “Yo seré tu príncipe galante” dice Grünberg en “Romántica” (p. 15/16) [15], y luego “Serás feliz un año y nueve días / en mi palacio de melancolías”.

Este libro incluye un poema, “Amor niño”, compuesto por CMG a los 14 años: “soy precoz en mi cariño / y pesimista; y pues se vuelve niño / el hombre al fin de sus mejores años, // nosotros, cuando viejos, volveremos / a la precocidad, y a ella uniremos / el pesimismo de los desengaños” (p. 37/38). Una sensualidad expresada en imágenes poderosas da el tono a algunos de los textos que conforman este poemario: “Tendré la sideral fortuna / de conquistar, por mi amorosa fragua, / tu sexo, luminosa media luna / que descuella en el cielo de tu enagua. // Y, símbolos de glorias adquiridas, / te dejaré las huellas de mis besos, / en estigmas perpetuos a ti unidas, / como nudos del árbol de tus huesos!” (p. 27).

La ironía se hace presente en “La ojerosa” de “ojos enfermos de esperanza”: “Cuando te conmueven los pianos / y tu mirada hipnótica se abisma, / diríase que piensas en lejanos / misterios; pero piensas en ti misma. // Oh las noches que tu índice especioso, / anticipando el ignorado amplexo, / turba, como un insecto peligroso, / el capullo astringente de tu sexo” (p. 17/19).

Pero no sólo de sensualidad están hechos estos versos: dice en “Tristeza”: “...lo que hirió mi corazón artista /.../ fue la maldad del hombre, la imprevista maldad / que el hombre por el hombre alienta”; y a los perversos: “caigan sobre ellos mis acompasadas / rimas, como terribles martillazos!” (p. 75).

Al pasar vale la pena recoger algunas metáforas e imágenes de CMG, hallazgos poéticos: “El silencio brota como de su boca” (p. 82); “Pretendientes, / estrictos y correctos como un guante” (p. 15) o “Palideces, a un tiempo con la luna, / sobre el frágil país de tu abanico.” (p. 31). “Por sobre las páginas del libro / ha cerrado sus párpados el día”(p. 55).

Poeta urbano, Grünberg canta en “Ocaso en la ciudad”: “Con lentitud de miel, en el lindero / de la calle, declina el sol poniente, / como si descendiera largamente / por la garganta de un desfiladero. // Y el tranvía que viene, en la oportuna / hora, hacia mí, del fondo del paisaje, / finge raro vehículo en viaje / desde el país del sol al de la luna” (pg.53). O “los focos de tranquilas / luces, parecen filas / de lunas en el aire” (“El canto de las calles” p. 86).

En el colofón que cierra esta obra anota CMG: “Escribióse este libro para realizar, por parte del autor, un ideal predefinido” (p. 101). ¿Cuál es ese ideal? En la suerte de ars poetica de las últimas páginas Grünberg se diferencia de quienes “quieren hacer poesía y hacen versos”. Él se impone una “más difícil norma, / impregnar mis versos en el doble / misterio de la vida y de la forma / ... / musicalizaré mis emociones / dentro del pentagrama de la estrofa” (“Palabras” p. 70/71), credo que expresa las inquietudes martinfierristas de experimentación poética e introspección.

 

La revista Martín Fierro

La presencia de CMG en las columnas de la revista Martín Fierro fue tan breve como intensa, y se proyecta sobre toda la primera etapa de su obra, permitiendo ubicarla en el ámbito de lo que se dió en llamar “la generación martinfierrista”, cuyas ideas rectoras estaban en consonancia con posturas de Grünberg. El martinfierrismo se declaraba en contra de un nacionalismo vacío, que exige ser proclamado, y a favor de la defensa del idioma argentino. Partidarios de una “nueva sensibilidad” —en consonancia con el ultraísmo de Cansinos Assens— promovían una renovación vanguardista mediante la experimentación literaria. A diferencia de la gente de Boedo, que se expresaba a través de Los Pensadores y de Claridad y se proponía una literatura para la revolución, la gente de Florida, cuyos órganos eran Proa y Martín Fierro, se proponía una revolución para la literatura, apelando a un humor irónico, revulsivo, “el humor martinfierrista frente al malhumor obrero” para decirlo en las palabras de Borges [16].

En los pocos meses que van de febrero a octubre de 1924 aparecen en la revista Martín Fierro una docena de colaboraciones de Grünberg, de muy diferente índole y firmadas de diverso modo, dando testimonio del abanico de temas que lo inquietan y de la variedad de tonos que utiliza. Con su nombre y apellido publica un largo y enjundioso ensayo titulado “Un gramático” [17], una irónica “Carta abierta” polemizando con Samuel Glusberg [18], algunos pensamientos que titula “Ingruencias” —o “Incongruencias”— y algunos textos de su poemario El libro del tiempo de inminente aparición. Tras el seudónimo Monsieur Homais que José Luis Trenti Rocamora atribuye a CMG [19] aparecen tres textos tocados por ese militante humor tan caro al espíritu martinfierrista. El primero sugiriéndole al intendente porteño la instalación de mingitorios públicos para damas, el segundo comentando irónicamente algunas de las presentaciones literarias al Concurso Nacional, y el tercero, una “Balada con firmeza” [20], “terrible sátira a Ricardo Levene (...) Por entonces Levene ejercía el profesorado en La Plata, donde Grünberg estudiaba”. [21]

Trenti también atribuye al joven Grünberg algunos de los famosos “epitafios” del “Cementerio de Martín Fierro” firmados con las iniciales CG o CMG. [22] De ser cierto sería suyo el más celebrado de esos textos: “Yace aquí Jorge Max Rhode / dejadlo dormir en pax / que de este modo no xode / Max” y también el que le sigue: “Yace aquí Miguel Camino / versificador culpable, / a quien convirtió el destino / en camino intransitable” [23]. El nombre de CMG es incluído por ese entonces en las listas de integrantes de MF y mencionado en diferentes trabajos acerca de ese movimiento [24]. Particularmente vívido es el recuerdo que traza Alvaro Guillot Muñoz:

En el local de Martín Fierro, allá en el invierno de 1927, por primera vez oí hablar de  Carlos M. Grünberg. En aquellas horas de esparcimiento o de vagabundeo literario, a través de las conversaciones cruzadas, salpicadas de paradojas, los escritores y los artistas de aquel cenáculo desaparecido, manifestaban excelente buen humor para librar una nueva batalla en la milenaria “Querella de los Antiguos y los Modernos”.  De pronto se habló de cultura hebraica, del teatro de Israel, de la novela semita y de los poetas judíos. Dos nombres mantuvieron viva la atención de todo Martín Fierro: André Spire, combativo y áspero desde el ghetto de Nancy, y Carlos M. Grünberg, refinado y mordaz desde el gheto de Buenos Aires. Hubo elogios categóricos para Les Poémes Juifs y para Las cámaras del Rey. “En Grünberg hay un israelita y un criollo de pura cepa”, exclamó alguien en esa rueda en la que campeaba una crítica aguda, sin atadijos inhibitorios. Y, como Spire y Grünberg estaban sobre el tapete, bajo la luz nimbada por el humo de los cigarrillos más heterogéneos, hubo loas a La Cité Présente y a El libro del tiempo. (...) Vale la pena destacar que Grünberg estuvo vinculado a Martín Fierro desde la fundación de este grupo de intelectuales. [25]

 

El libro del tiempo

El libro del tiempo, segundo poemario de CMG, apareció apenas dos años después de Las cámaras del rey. Resulta significativo que habiendo sido “edición de autor” su primer poemario, el segundo lleve el sello de M. Gleizer, editor de las primicias de quienes serían luego las grandes figuras de las letras argentinas, de Jorge Luis Borges a Macedonio Fernández, de César Tiempo a Eduardo Mallea, de Samuel Eichelbaum a los hermanos González Tuñón.

Con su título, El libro del tiempo, y su epígrafe tomado del Timeo de Platón: “El tiempo es la imágen móvil de la eternidad”, esta obra preanuncia desde su tapa misma el tono filosófico de los textos que lo integran [26]. Dice en su poema introductorio: “Cárcel de llanto, cárcel de amargura / es la del tiempo, donde el hombre vive; / pero él, rebelde, en su dolor, concibe / la negación del tiempo y la procura. // Para ello elige de entre el mundo externo / una forma fugaz y la fascina; / y de este modo, que es el arte, inclina / lo temporal, si cabe, hacia lo eterno /.../ el arte, lector, es el hechizo / con que se fija la fugacidad; / con que yo, por ejemplo, inmovilizo / el móvil tiempo y lo hago eternidad” (p. 10/11).

El primer ciclo poético de este libro se titula “Relojes”, tema que se conjuga con el del tiempo como materia  de reflexión y con el relojeril oficio del padre del poeta, aunque los relojes que elige cantar —de sol, de arena, de agua— no son precisamente los que pasan por las manos de un relojero.

No sólo el tiempo protagoniza estas páginas, también lo hace el espacio, un espacio cósmico, grandioso y desierto: “Lánzase a mí la luz del infinito / y yo a la luz me lanzo en mi caballo. // ¡Cómo diré lo que me pasa dentro / del noble corazón en esta hora / en que en el universo hemos la aurora / y yo salido a nuestro mutuo encuentro!” (“Aurora en la pampa”, p. 27/28). También la ciudad se le aparece a CMG como un paisaje imponente y desierto: “Echan los focos luz desde lo alto; / y se diría, desde la dócil hoja / de agua que moja el regular asfalto, / que ella también, pero en la luz, se moja. /.../ Del cielo claro y a la par sombrío, / vuelcan así las aguas nebulosas / un desatado, interminable río / al través de tinieblas pavorosas; // y, hasta que enjugan su raudal sonoro, / sufro en el alma con dolor profundo, / pues se me antoja, aunque la causa ignoro, / que está lloviendo sobre todo el mundo” (“Noche de lluvia”, p. 34/36). Ciudad provocadora de imágenes, sensaciones y sentimientos la de Grünberg, pero desprovista de gente; él sería un único habitante de una ciudad abstracta, bastante distinta de la que habita, por ejemplo, un César Tiempo para quien la ciudad es la gente que la puebla.

En ese mismo tono de grandiosidad cósmica resalta una dura “Imprecación” a Dios: “Sobrehumano Señor: yo te maldigo / por el ser deleznable que me diste; / toda la Creación será testigo / de la injusticia que conmigo hiciste. // Me sepultaste en este bajo mundo / para que conociese la amargura; / para que desterrado en mi profundo / abismo viese tu estrellada altura. /.../ La eternidad es mi constante anhelo; / la eternidad es mi ansia inextinguible; / ¡y todavía me pusiste el cielo / para que en él la viese inaccesible! // Por tu arbitrariedad, Señor, le falta / al hombre todo lo que a ti te sobra; / ¡en tu mansión esplendorosa y alta / puedes sentir vergüenza de tu obra!” (p. 51/52).

Este iracundo enfrentamiento personal con Dios constituye el ejercicio de un paradojal ateísmo que CMG acentuaría en sus futuros poemarios y que forma parte de su concepción judía de mundo. Esta es una de las escasas referencias judaicas de este libro [27] que cierra un ciclo en la obra de Grünberg.

 

Intermedio familiar y profesional

En un poema del Libro del tiempo dice CMG “Yo escondo en mi silencio una palabra / maravillosa por su gran dulzura; / están en mí el decirla y el que se abra / un abismo, al decirla, de ventura” (p. 80), palabra clave reservada para la mujer amada, “Pero quizá... ¡pero quizá no venga! / ¡Quizá tropiece yo con el capricho / de un genio adverso a mi palabra y tenga / que irme del mundo sin haberla dicho!” (p. 82).

La esperada mujer llegó, y en 1928 Grünberg contrajo enlace con ella, con Adina, su compañera y amiga para toda la vida [28]. Instalan su hogar en el segundo piso de la casa en cuya planta baja funciona la relojería del padre de CMG. En aquel mismo poemario había dedicado Grünberg una “Oración” a su padre, cuya última estrofa decía: “¡Gracias, padre y señor; y que en florida / vejez compuesta de años venturosos, / vuelvas a ver tu casa embellecida / por hijos míos fuertes, numerosos!” (p. 61). Al año siguiente nace su primogénita, Elisabet, y unos años más tarde los mellizos Noemí y Daniel.

En la segunda mitad de los años ‘20 CMG prácticamente no publica textos literarios nuevos, concentradas todas sus energías en la consolidación de su vida familiar y profesional.

En 1926 finaliza el Profesorado de Filosofía y Letras, en el Instituto de Filología; en 1929 publica Dos ensayos filosóficos. En 1930 se gradúa como abogado y ese mismo año aparece Cinco estudios de derecho sucesorio, obra jurídica firmada conjuntamente con Juan Carlos Rébora. En su prólogo dice el dr. Rébora que la concreción de esa obra fue producto de su encuentro con Grünberg, de la feliz circunstancia de “haber obtenido la cooperación de un investigador tan joven como era necesario para convenir en una orientación, tan maduro como lo requería la eficacia, tan concienzudo como lo exigía la recíproca confianza, y tan dotado de vocación como para invertir su tiempo y energía en especulaciones que tienen en vista el progreso de las ciencias jurídicas más que una hipotética remuneración, en el mejor de los casos, magra y tardía”. [29]

Simultáneamente con sus primeras tareas profesionales, CMG comienza a dictar clase de Gramática Española y de Historia de la Literatura española, hispanoamericana y argentina, en un par de escuelas secundarias. Esta tarea constituye por entonces su principal fuente de ingresos. También en ese ámbito se lo recuerda apasionado, el “más encendido, más dispuesto a la polémica” [30]. Respetuoso de los estudiantes y rechazando las imposiciones, su tarea docente terminaría abruptamente a mediados de los años ‘40 por negarse a enseñar La razón de mi vida de Eva Perón a sus alumnos.

 

Los años treinta

En su portada El libro del tiempo daba cuenta de que su contenido correspondía a una “Primera serie” de versos, y anunciaba en preparación una “Segunda serie”, también otro poemario, Introducción a la vida feliz, y una novela, Débora. Nada de esto se concretó. Sobre el fin de los años ‘20, en junio de 1929, publica CMG “Romance de los besos ilegales” [31] que pertenece todavía a su período “martinfierrista”; un año más tarde otro poema, “Rabí Josué” [32] testimonia el comienzo del momento más singular de su obra, el que encontraría expresión en su Mester de Judería.

El pasaje de fines de los años veinte a comienzos de los treinta traza en la obra de CMG —y no sólo en la suya— una linea de quiebre que separa nítidamente dos épocas, en coincidencia con la crisis mundial del ‘29, el golpe uriburista del ‘30 y el comienzo de un tiempo infame que vería el ascenso del nazismo en Europa y la prepotencia de sus voceros argentinos. El poeta César Tiempo, que inaugura la década con la nostálgica alegría de su Libro para la pausa del s ábado [33] abandona en 1935 el tono cordial de su poesía para denunciar a toda voz, con furia e ironía, el antisemitismo del director de la Biblioteca Nacional [34].

 Si hasta las vísperas del ‘30 la cuestión judía ocupaba una zona marginal en la tarea literaria de Grünberg, a partir de los comienzos de esta década este tema se ubica en el centro de su obra. En un ensayo publicado por entonces plantea CMG las diferencias que encuentra entre los que llama “judíos antropológicos”, aquellos cuya judaicidad se reduce a un origen familiar, y los que denomina “judíos psicológicos”, definidos por una serie de características que Grünberg detalla, trazando puntualmente su propio retrato espiritual:

... No lo reconozco por judío si no descubro en él un individualismo ardiente y apasionado, un agudo instinto de la personalidad propia y ajena, una orgánica irrespetuosidad para con todas las jerarquías (especialmente la militar y salvo la intelectua), una inquietud perenne, un espontáneo lirismo doloroso, una tristeza bufonesca  y una alegría gemebunda, un vivo sentimiento de la familia y de la igualdad de los sexos, una fe sin reservas en el progreso científico, una activa conmiseración por el menesteroso, el huérfano y la viuda, un vibrante anhelo de justicia social, un don de síntesis arrollador, un fervor lógico que no se pare ante las últimas consecuencias, una sagaz inclinación por la crítica triturante, una innata aversión por las ideas hechas, un monoteísmo intransigente o un ateísmo bondadoso, una visión cosmopolita de las cuestiones nacionales, una independencia insobornable, una valerosa conformidad con su estirpe (valerosa conformidad que, al primer amago antisemita, se desmelena en bélica petulancia), en fin, muchas o algunas de las cualidades arquitectónicas del espíritu judío. [35]

Es en este espíritu que Grünberg escribe a lo largo de los años ‘30 los textos que van a integrar su Mester de Judería  publicado en 1940, estando ya en plena desarrollo la trágica y ominosa Segunda Guerra Mundial.

 

Mester de Judería

Dieciséis años separan de El libro del tiempo, su anterior poemario, este Mester de Judería, obra cumbre de Grünberg, comprometida apasionadamente con la defensa del diferente, del otro, y con la reivindicación de su propia otredad. A partir de su título CMG se define maestro cantor de la judería, aludiendo a la tradición de los maestros cantores medievales españoles —con sus mester de juglaría y de clerecía— con lo que legitima, como observa Leonardo Senkman, “una inequívoca filiación española al mismo tiempo que rinde homenaje al linaje hispano-hebreo de sus ancestros, por más que personalmente tenga origen ashkenazí, igual que Gerchunoff”. [36]

También son de origen ashkenazí César Tiempo y Enrique Espinoza, y también ellos se someten a través de su lenguaje a esa “peculiar fascinación hispano-hebrea que sentían estos intelectuales judeo-argentinos” [37]. A lo largo de las páginas de su Mester —particularmente en su poema “Sinagoga” (p. 66-78)— con su “léxico arcaizante (...) busca Grünberg textuarse en un castellano de los siglos XV y XVI. Algunos de sus adjetivos y sustantivos exhuman costumbres y hábitos de la tradición hispano-hebrea más gloriosa, tanto de la España musulmana como cristiana. Por ejemplo, adafina, aljama, almacabra, almemor, almenar, alquiperacita, bulbul, cenceño, desmazalado, efod, gálbano, hacán, gehena, judezno, máncer, masoreta, mihrab, nabí, nazareo, neomenia, osario, parasceve, proseuca, puntar, retajador, sabtario, sabatizar, sobejo, timiama, treno”. [37]

Particularmente significativa es la valoración de Jorge Luis Borges, desde su prólogo, de la oportunidad y argentinidad de este Mester de Judería:

En las lúcidas páginas de este libro, Grünberg refuta con poderosa pasión los mitos y las falacias que ese impostor (Hitler) ha predicado al mundo. (...) Estos poemas declaran el honor y el dolor de ser judío en el perverso mundo increíble de 1940. (...)

Grünberg, poeta, es inconfundiblemente argentino. Lo anterior no quiere decir que trafique en nidos de cóndores o en ombúes ni que en su estrofa sea frecuente el general Rosas: melancólica imagen de la patria. Quiere decir un vocabulario determinado, ciertas costumbres sintácticas y prosódicas. (...) Quiere decir una límpida tradición cuyos nombres más altos son Lugones y Ezequiel Martinez Estrada. (...) Como todos los libros importantes, éste de Carlos M. Grünberg lo es por múltiples razones. Lo es como documento legible y lúcido de este aciago “tiempo de lobos, tiempo de espadas” cuya bárbara sombra continental —y  quizá planetaria— vastamente se cierne sobre nosotros. Lo es por su precisión y por su fervor, por su álgebra y su fuego, por la armoniosa convivencia continua de la destreza métrica y de la delicada pasión. Lo es por el alma irónica y valerosa que declaran sus páginas (pp. XI/XVI).

Libro poderoso, de una fuerza y armonía que se imponen al lector; de una furia y un dolor acordes con los trágicos años en que fue escrito, Mester entreteje en un segundo plano una suerte de saga vital judía, que se abre con “Circuncisión”, incluye luego poemas acerca de la niñez (“Infancia”), el Bar Mitzvá (“Vocación”), el ser padre (“Desolación”), y tras pasar por el “Sabat” [38] y la “Sinagoga”, se cierra con “Cementerio”.

“Circuncisión”, el poema de Grünberg elegido para integrar muchas antologías, es una de sus creaciones más originales y logradas, en la que coinciden  el poeta, el lingüista, el ironista. “Entre la gente había un hombre / que en español no tiene nombre. // Según suicida y homicida, / lo trataré de circuncida... //...// Sufrió en su hora el sacrificio / y hoy circuncida por oficio. // El sacrificio fue instantáneo; / fue casi un rayo subitáneo. // Cortó el sobejo como un rizo / para volverte circunciso. // Cortó el sobejo filisteo / para trocarte en un hebreo. // Cortó el sobejo porque eres / Judá ben Sion y no Juan Perez. // Ahora sangras, lloras, gritas. / Gritas con gritos israelitas. // No grites más; no llores tanto / deja tus gritos y tu llanto //...// Aún ignoras, pobre crío, / que cuesta sangre ser judío. //...// Que cuesta sangre día a día, / del nacimiento a la agonía. // ¡Que cuesta sangre y que con ésta / va la primera que te cuesta!” (p. 2-3).

Más allá del mencionado alarde léxico que caracteriza el poema “Sinagoga”, Grünberg lo compuso, según el epígrafe que lo encabeza, “con motivo de los daños intencionales producidos, a mediados de 1933 y 1934, en los frontis de las dos principales sinagogas de Buenos Aires”: “Voy a la sinagoga / cuya limpia fachada / ha sido alquitranada / por el racismo en boga. / Llegaré al edificio / y al encarar el atrio / apreciaré el perjuicio / causado al frontispicio / y más al suelo patrio” (p. 66).

Argentina constituye una protagonista central de esta obra. En su poema “1916” [39] le canta CMG: “Libertad es un grito sagrado, / pero hay otro más lleno de prez. / Quien exclama Argentina ha exclamado / libertad y Argentina a la vez” (p. 17) y conclye con un notable brindis: “Que prosperes pacíficamente. / Que jamás te salpique el pogrom. / Y que siempre repita mi gente: / ¡Al gran pueblo argentino, salom!” (p. 21) [40].

“Argentino y judío, no reniego / de lo argentino ni de lo judiego, / de mi argentinidad / ni de mi judeidad. / Antes bien a las dos me apego; / antes bien a su dualidad, / a su dúplice realidad, / sutilmente me entrego / para que no se trunque mi personalidad” (p. 121/122). Estos versos corresponden a “Mestizo”, texto que resume desde su título mismo una de las ideas centrales de estas páginas, la del respeto plural por la diferencia propia y la ajena. Comenta Darrell B. Lockhart en el estudio que le dedica:

La conceptualización de Grünberg del mestizo judeo-argentino, subvierte un término común de la cultura latinoamericana para presentar el componente judío de manera menos chocante. Mestizo es el término usado para identificar a latinoamericanos descendientes de una mezcla étnica hispano-indígena. Usado metafóricamente , el término connota lo que el poeta intenta expresar. Grünberg no se refiere literalmente a un mestizaje étnico; más bien se refiere a un mestizaje cultural entre los códigos de significación hispánicos (argentinos) y la identidad sociocultural judía. [41]

CMG reivindica su doble amor crítico por lo argentino y por lo judío ubicándose en los márgenes de ambos. “Mis propios correligionarios / abominan de mi ateísmo / y nuestros ruines adversarios / aborrecen mi judaísmo. // Mis compatriotas reaccionarios / detestan mi igualitarismo / y los más revolucionarios / menosprecian mi argentinismo” (p. 140) y hace del antirracismo una bandera: “Los negros son nuestros iguales / aunque muchos digan que no. / Entre el negro más negro y yo / no hay diferencias esenciales. // Todo negro viril y franco / tiene amor a su raza negra / y siente y dice que se alegra / de ser negro en lugar de blanco” (p. 83).  Tal como rechaza el ultranacionalismo argentino, reniega de los dogmas de la fe judía, “Y sin embargo ¡vaya si soy un buen judío! / ¡Vaya si soy un brote del árbol de Israel!” (p.108).  Y agrega “Bendita seas, cosa judía, / luz refulgente y esplendorosa, / maravillosa filosofía, / sabiduría maravillosa. //...// Por ti me yergo. Por ti me alzo. / Por ti descubro todo lo oblicuo. / Por ti me choca todo lo falso. / Por ti me hiere todo lo inicuo. // Por ti me alejo de la impostura. / Por ti me aparto de la bajeza. / Por ti comulgo con la cordura, / con la justicia, con la belleza. // Por ti me río de las sandeces / y estupideces de mucho ismo. // Por ti me río no menos veces / de las sandeces del judaísmo” (p. 109/110).

La ironía, uno de sus recursos predilectos, le sirve a CMG para mitigar algo la amargura de sus reflexiones: “En vano esperas horas mejores, / días serenos, años felices. / Los hombres guardan a sus rencores / mayor apego que a sus narices” (p. 58). “Tres o cuatro cristianos y otros tantos judíos / han sido en lo pasado nobles amigos míos. / Los he querido mucho, pero mi mala suerte / los puso a todos, tiernos, en manos de la muerte. // Tres o cuatro judíos y otros tantos cristianos / han sido amigos míos también, pero villanos. / No están en el gehena; no están en el infierno. / Viven. ¡Qué digo viven! Tienen algo de eterno” (p. 129).

Dios, en quien Grünberg declara no creer, es uno de los destinatarios privilegiados de sus amargas ironías: “Dios es siniestro, torvo y sombrío. / A los virtuosos da vida y muerte trágica o triste. /A los canallas ceba o ahita de poderío. / Dios es perverso. Dios es hereje. Dios es impío. / ¡Bah! Dios no existe” (p. 88). “Dichosos los Ibáñez y los Yáñez, / los Gómez, los Rodríguez y los Núñez! // ¡Ah cómo lucha el que se llama Ñevsky, / Poplavsky, Jaroslavsky o Nemirovsky! // Pero Jehová no otorga un privilegio / sin subsanarlo por algún efugio. // Obra con tan sutil maquiavelismo, / que cuando favorece es por sarcasmo. // Si te da catre no te da sustento. / Si te hace millonario te hace tonto. // ¡La vida de los Perez es más fácil, / pero su eternidad es más difícil!” (p. 54). “He quedado aplazado para la otra vida. / ¡Y yo que tengo un alma, Señor, tan descreída” (p. 53).

El antisemitismo que descubre por las calles de la Argentina en esos siniestros años ‘40 hacen de Grünberg un hombre profundamente escéptico: “Sabes que el mal es eterno; / que el mundo será un infierno /.../ que mientras haya israelitas / hozarán antisemitas; / que el pogrom es inmortal; / y que en él, tarde o temprano, / caerán bajo algún villano /.../ si no tú mismo, tus hijos; / si no tus hijos, tus nietos; / si no tus nietos, tu prole” (p. 86). El lingüista marca algunas precisiones: “¡No somos perseguidos! Nuestros perseguidores / nos hacen el endoso de su persecución; / la mudan —impudentes prestidigitadores— / de sus perversas manos a nuestro corazón. // ¡Estamos perseguidos! ¡Estamos perseguidos! / Lo estamos en la calle y en la universidad. / Lo estamos por bandidos; por hatos de bandidos; / por el género humano; por la humanidad” (p. 84).

En este tema, el reflexivo CMG da curso libre a su indignación y su lenguaje de hombre limpio se enturbia para expresar su repugnancia —como al retratar al gran carnicero nazi (p. 79/80)— o para llamar a la autodefensa frente a los antisemitas locales: “Venid. Oíd la grita. / La grita antisemita. / Venid. Sólo los necios / aguantan los desprecios. / Romped con los garrotes / la crisma de los zotes. / Quemad con los fusiles / el rostro de los viles. / Mostrad vuestra conciencia. / Mostradla con violencia. /.../ Raed del universo / la lepra del perverso. /.../ Y acaben los judíos / que esgrimen el salom. / Y advengan los bravíos / que ahorquen el pogrom” (p. 101/102). “Los malos vuelven. Son como el cáncer. / Pero ¡qué diablos! Sal de tu inopia. / Junta tus fuerzas y acaba al máncer. / Hazte justicia por mano propia. // Mata al canalla que te moteja. / Córtale el cuello. Basta de grita. / ¿O aún aguardas que te proteja / tu dios judío y antisemita?” (p. 60/61). Expresiones de Grünberg que recuerdan la indignación de un Bialik llamando a reaccionar contra los pogromistas rusos.

Acerca del contenido de Mester de Judería dice Julio Noé: es un “libro patético acerca del cual no hay otro que se le parezca en nuestra literatura. Nada se intenta en él que no sea decir el dolor y la indignación del poeta que lo compuso” [42]. Borges dice en su prólogo: “Singularmente original es el concepto de la rima que declaran los poemas de Grünberg” (p. XIII). Efectivamente, la experimentación con diversas estructuras métricas, rítmicas y de rima constituye un otro aporte de estos textos poéticos. No obstante, su singularidad deviene centralmente de ese tono y contenido que ya señalamos.

 

Narración de Pascua

Los dramáticos años ‘40, que CMG comenzó dando a luz su fundamental Mester de Judería, fueron para él años en los que profundiza dos experiencias, la de traductor multifacético y la de redactor de una revista de vida tan intensa como fugaz.

Componer poemas, cuentos o novelas no son tareas necesariamente características del pueblo judío, en cambio traducir sí lo es. Y no sólo porque el pueblo judío siempre respiró a un tiempo en varias lenguas, y no sólo porque lo escrito en hebreo, ídish, judezmo y demás idiomas judíos siempre necesitó de traductores para trascender sus límites idiomáticos. Es una tarea judía porque traducir implica interpretar, porque toda versión es un comentario. Y si hay una tarea marcada por la impronta judía, de talmudistas y cabalistas en adelante, es la del exégeta. “El judaísmo vivirá mientras viva la interpretación” escribe Santiago Kovadloff en un ensayo.

Grünberg, hombre enamorado de las lenguas, comenzando por la propia, el español [44], poseía el don de traducir. Dotado de oído para percibir los matices de las lenguas, tradujo a Enrique Heine del alemán [45], a Humberto Saba del italiano [46], a Daniel Pasmánik del francés [47], a Juda León Magnes del inglés [48], a H. Leivik del ídish [49] y del hebreo “El Gloria” [50], “La plegaria del cántico” [51] y partes del Génesis [52]. Pero su traducción más importante, y también la más controvertida, fue la Narración de Pascua [53], versión del hebreo y del arameo de la tradicional Hagadá de Pésaj. 

Producto de un trabajo al que dedicó varios años [54], ésta traducción del milenario texto pascual, aparecida en 1946, fue elaborada siguiendo fielmente un original criterio que su autor explicita así en el prólogo:

Deseoso de realizar una traducción ciéntífica y objetiva, no artística y subjetiva, y beneficiando la maravillosa flexibilidad sintáctica y las infinitas posibilidades del español, he vertido la Narración palabra por palabra, conservando a cada vocablo original su lugar de orden en la oración, su función oracional, su significado etimológico y su unidad, singularidad o autonomía, y conservando con esto último a cada oración original su número de palabras y su laconismo primitivo. Debo añadir que he vertido la prosa en prosa y el verso en verso, que he vertido cada verso por un solo verso y que también al verter el verso he seguido escrupulosamente mi método de traducción. Se preguntará cómo he conseguido que el verso castellano, con su ritmo, con su metro, ya que no con su rima (la rima falta casi siempre en los propios versos del original, constara a despecho de tanto obstáculo opuesto a ello. Cábeme responder que lo he conseguido valiéndome de recursos obvios, que el lector descubrirá sin dificultad, y principalmente de estos dos: el uso del arcaísmo —de la voz arcaica o del giro arcaico— y, en los frecuentes casos en que el verbo copulativo hebreo está elíptico o tácito, la colocación discrecional del verbo copulativo castellano mediante el cual, como única excepción a la regla de no agregar palabra, lo traduzco y lo restablezco. [55]

Esta forma de traducir un texto sagrado se corresponde con la que solían utilizar los maestros sefaradíes para enseñar la Biblia hebrea a sus alumnos, vertiendo literalmente palabra por palabra el texto original hebreo a una lengua que el profesor Haim Vidal Sephiha llama judeo-español calco o ladino, diferenciándola del judeo-español vernacular o judezmo. Esta última sería la lengua coloquial de los judíos descendientes de los expulsados de España por la Inquisición, mientras que el judeo-español calco, por su traslación literal de léxico y sintaxis hebraicas al español, no constituía una lengua hablada ni hablable.

La interesante versión grünberguiana de la Hagadá es producto de la investigación léxica que hace CMG para dar en las antiguas arcas del castellano con términos equivalentes a los del original hebreo y arameo, y la organización de esos términos según la estructura de estas lenguas, produjo en español un texto más erudito que literario, con momentos de gran hermosura y otros más aptos para ser disfrutados por estudiosos que para ser leídos en la mesa pascual por el común de las gentes.

 

La revista Heredad

A comienzos de 1946, el mismo año en que ve la luz la Narración de Pascua, y también bajo el auspicio de la Fundación para el Fomento de la Cultura Hebrea, aparece en Buenos Aires Heredad, revista bimestral cuya dirección le es confiada a Grünberg. En su primer número, tras señalar que la reciente aniquilación de la judería europea y de su cultura impone nuevas obligaciones a los judíos de las Américas, resume sus propósitos agregando:

De ahí esta revista, que se propone contribuir al cumplimiento de la tarea o misión que hoy recae sobre el judío americano; de ahí su nombre de HEREDAD, que alude al factor mosaico de nuestra civilización, al factor judaico de nuestra cultura (...) y de ahí sus dos secciones principales, una antológica, donde se retoma, y otra creativa, donde se procura añadir. [56]

El primer número de esta revista corresponde a los meses de enero-febrero de 1946 pero su existencia solo se extiende por algo más de un año, hasta el número 15-16 correspondiente a marzo-abril del ‘47. En total fueron siete números de los que cabe rescatar la calidad de sus colaboradores —de  D.J.Vogelman a Máximo Yagupsky, de Abraham Rossenvaser a José Mendelsohn y Boleslao Lewin— y la de los autores traducidos, como Agnón, Max Brod, Arnold Zweig, Opatoschu, Scholem Aleijem o Péretz. Pese a la brevedad de su existencia, habrá que tener en cuenta Heredad cuando se haga un balance de las publicaciones que brindaron un aporte significativo a la cultura judeo-argentina.

 

El primer representante de Israel en la Argentina

El último tramo de los años ‘40 significaron para el pueblo judío la lucha por la constitución de su Estado y por su reconocimiento internacional.  En esos días conmovedores que precedieron y siguieron al nacimiento de Israel, CMG tuvo a su cargo  una importante misión como jurista y como diplomático en las Naciones Unidas primero y en la Argentina después. Grünberg mismo lo relata así:

El 12 de agosto de agosto de 1948, el Director de la División Latinoamericana de la Cancillería de Israel, D. Moshé A. Tov, me designó Oficial de Enlace del Estado de Israel ante el Gobierno de la Nación Argentina, y posteriormente, el 28 de febrero de 1949, el Canciller de Israel, D. Moshé Sharet, me designó Representante Especial del Estado de Israel ante el Gobierno de la Nación Argentina.

El 14 de febrero de 1949, y de resultas de mis gestiones anteriores, realizadas como Oficial de Enlace, el Poder Ejecutivo Nacional dictó, en acuerdo general de ministros, el decreto Nº 3668, cuyo art. 1º dice: “Reconócese al Estado de Israel como Estado soberano”. El trámite de este decreto fue laboroso y difícil. La República Argentina, que el 29 de noviembre de 1947, cuando la Asamblea General de la Naciones Unidas adoptó la Resolución sobre el Futuro Gobierno de Palestina, se había abstenido de votar, se demoró largamente en reconocer a Israel. El 17 de febrero de 1949, presidí, como Oficial de Enlace, una ceremonia pública, celebratoria del reconocimiento argentino del Estado de Israel, que tuvo lugar en la sede de la Oficialía de Enlace, situada en la calle Larrea Nº 744, y en cuyo transcurso enarbolé, junto a la bandera argentina, la bandera israelí. [57]

Este es un hecho casi olvidado: Carlos M. Grünberg fue el primer Representante del Estado de Israel ante el gobierno argentino, y también el primero en izar la bandera israelí en Buenos Aires. Tras la llegada del primer Embajador, D. Jacob Tzur, CMG fue designado Consejero Honorario de la Embajada de Israel en Buenos Aires [58].

Una acotación interesante: El interés de Grünberg por la carrera diplomática no comenzó en 1947. Según se consigna en un trabajo de Ignacio Klich y Gladys Jozami [59], en marzo de 1928 CMG se incorporó como supernumerario al Ministerio de Relaciones Exteriores argentino, con la intención de acceder a la carrera diplomática. Pero esa permanencia de Grünberg en la cancillería duró muy poco, presuntamente porque “la identidad judía de Grünberg (y su posible filiación de izquierda) quedaron al descubierto cuando sus antecedentes policiales fueron remitidos a la cancillería: aquel cuyo segundo nombre era Moisés (en la ficha de ingreso a cancillería como en el pedido de informes, sólo consta la incial M) había compartido la opinión de Servando Vlidimirsky, un compañero de escuela secundaria ‘de nacionalidad ruso’, quien se expresó ‘en forma despectiva y violenta contra el símbolo de la patria’ el 20 de mayo de 1919, es decir pocos meses después de la Semana Trágica. Desconociéndose si este informe fue el que impulsó a Grünberg a abandonar la idea de una carrera diplomática argentina, no es descabellado suponer que con el clima imperante su estigmatización como izquierdista le habría cerrado las posibilidades de avance en ese Ministerio. A decir verdad, tal antecedente policial no puede haber causado buena impresión, sea bajo un gobierno radical o el primer gobierno peronista, cuando Grünberg actuaba como agente de enlace del Estado de Israel, y la cancillería solicitó informes sobre este representante irreconocido”. [60]

 

Junto a un río de Babel

Grünberg pensaba titular Nuevo Mester de Judería [61] su cuarto poemario, dándolo como continuación de su Mester de Judería aparecido en 1940. Pero entre uno y otro había corrido un largo cuarto de siglo, surcado de momentos dramáticos, en especial la Shoá y el nacimiento de Israel. Junto a un río de Babel, el título finalmente elegido por CMG para su obra, de alguna manera da cuenta de ambos hechos. Por una parte, pueden percibirse resonancias de la tragedia judía de los años ‘40 en la atribulada atmósfera del Salmo a que alude este título [62]. Por otra parte, llevando al singular “los ríos de Babel” con que se inicia en la Biblia el Salmo 137 —citado en la portadilla del libro— CMG alude al porteño Río de la Plata cuyas orillas diaspóricas, babilónicas, según explicita en varios poemas, no piensa cambiar por las del Jordán, pese a su hondo vínculo con el recién nacido Estado de Israel [63].

Obra de madurez, en Junto a un río de Babel Grünberg privilegia la lógica y la ética por sobre la forma, utilizando un idioma despojado, casi coloquial, que sin perder riqueza está lejos de los barrocos alardes de erudición que caracterizan muchas de sus obras anteriores. “El periplo que marca la transición de Mester de Judería (1940) a Junto a un Río de Babel (1965) decanta no sólo una escritura poética que va perdiendo la fascinación castiza del español tan caro a los judíos de su generación (el Gerchunoff de La jofaina maravillosa, por ejemplo) sino también se despoja de otras ilusiones y espejismos”. [64]

Marcados por la experiencia del Holocausto y por la del tan auspicioso como dramático nacimiento del estado de Israel [65], los de Junto a un río de Babel son poemas más apegados a la reflexión y a una amarga ironía que a la metáfora. “El hombre mejora / la naturaleza. / Le añade lo suyo: / justicia; belleza. // Reforma y rehace / toda la creación; / muda el campo en campo / de concentración” (p. 15). “Dios no es un viejo riguroso, / sino una niña dulce y cruel. / La niña tiene una muñeca. / Le ha puesto el nombre de Israel. // Ya la viste, ya la desnuda. / Ya le da un beso, ya un trompón. / Ya la mece y la arrulla tierna, / ya la rompe de un manotón” (p. 48). Textos breves, de aliento nervioso, la mayoría de una sola estrofa. “Hoy no está mi corazón / para poemas extensos. / No lo está para escribirlos; / no lo está para leerlos” (p. 246).

Dice Leonardo Senkman en su notable La condición judía en la literatura argentina: “Si el judezno de aquellos años del nazismo y la guerra europea se sentía vapuleado por los antisemitas nativos y extranjeros hasta hacerle gritar de dolor y de furia, ello no fue suficiente para hacerle sentirse extraño en la Argentina. En cambio, el poeta de los años 60 ya no compone blindados sonetos de batalla ni de honor ultrajado. Más bien urde un lamento de medio tono, la elegía del exiliado de ambas patrias, de la madre patria y de la de nacimiento, como dice”. [64]

Analizando otro plano, añade Senkman: “Dentro de este nuevo espacio existencial e ideológico hay que leer ese desgarrado lamento de Junto a un río de Babel, escrito por un judío que se siente, de pronto, extraño en la Argentina y un exiliado en Israel”. [66]

“En mi patria —tierra / de la vidalita, / pero no del salmo— / soy un extranjero. // Y en mi madre patria / —suelo de profetas / pero no de gauchos— / también lo sería. // Y en el otro mundo / —que muero negando—, / si allá desemboco, / también lo seré” (p. 137). “Con argentinos gentiles, / subargentino; / con judíos israelíes, / subjudío” (p. 140).

“La Tierra no se compone / de Sion y expatriación. / Toda la Tierra es destierro; / destierro es la misma Sion” (p. 144). La ironía nunca duerme en la palabra de este extraño desterrado profesional: “Hace dos mil años / que me esperas, Sion. / Y ahora me llamas. / Y en toda ocasión. // Pero ¿puede un árbol / marchar hacia ti? / Ya no soy un hombre; / he arraigado aquí. // Cuando vuelva a serlo, / me recobrarás. / Tienes que esperarme / dos mil años más” (p. 135).

CMG ya es nítidamente, en Junto a un río de Babel, ese hombre que se presentaba a sí mismo en “Un diferente y su diferencia” [67]: “Yo quiero a mi patria y a mi madre patria. / Dos lealtades tengo. / Mil y una lealtades. / Lealtades sin cuento. / Quiero a mis parientes / y a cualquier ajeno. / Quiero a mis vecinos / y a los forasteros. / Y a los provincianos / y a todo porteño. / Y a mis compatriotas / y a los extranjeros. / Y a los blancos / y a los negros. / Y al creyente / y al ateo. / ... / Y a los sanos / y al enfermo. / Y al dormido / y al despierto. / Y al poeta / y al herrero. / Y al alumno / y al maestro. / Y al patrono / y al obrero. Y al profano / y al experto. / Y a los niños / y a los viejos. / A todos los hombres. / A todos los quiero” (pp. 181/184), y agrega en la página siguiente:  “Yo debo de ser un monstruo, / debo de serlo dos veces, / pues quiero a mis semejantes, / quiero a todos mis congéneres, / y de entre ellos quiero más, / mucho más, no mucho menos, / a los más desemejantes, / a los más heterogéneos” (p. 185).

La capacidad grünberguiana para sumar afectos y para integrar ese par de grandes amores suyos, lo judío y lo argentino, posiblemente encuentre su más alta expresión en uno de los últimos poemas de Junto a un río de Babel: un soneto —uno de los más hermosos de la literatura argentina y, tal vez, de la lengua castellana— compuesto por Grünberg en 1950, bajo el impacto de la repentina muerte de Alberto Gerchunoff, su amigo y maestro:

Somos, Alberto, la sección hispana / de los nabíes y de los rabíes, / que dobla en sus ladinos otrosíes / la unicidad jerosolimitana. // Somos la cuadratura castellana / del círculo judío. Sinaíes / en buen romance, Toras sefardíes, / salmos y trenos a la toledana. // Tú has sido nuestro sumo sacerdote / y has mantenido tu almenar celote / siempre encendido en el turbión opaco. // Te vas y por eterna sobreveste / nos dejas el taled blanquiceleste / que usabas como poncho calamaco. [68]

El par de estrofas que cierran esta obra resumen su espíritu y el del hombre que la compuso: “He envejecido trovando, / como un poeta cabal, / mas trovando, a lo profeta, / sobre el bien y sobre el mal. // he trovado por decenios / y me conozco al final: / yo no siento otra belleza / que la belleza moral” (p. 259).

 

Epílogo

Fue en la antigua casona de la calle México, en la vieja sede porteña de la Sociedad Argentina de Escritores, durante la noche del 23 de noviembre de 1965, al finalizar la presentación de Junto a un río de Babel, su último poemario. Varios escritores (Juan José Ceselli, Marta Lynch, Bernardo Ezequiel Koremblit, Ulyses Petit de Murat, César Tiempo, Bernardo Verbitsky) se habían ocupado ya del libro y una actriz (Rosa Rosen) había dicho algunos de los poemas. Fue entonces que el autor, Carlos M. Grünberg, leyó esas dos carillas de apretadas lineas escritas a máquina, que aún se conservan, y que decían, sobre su final, así:

Permítaseme concluir confesando otro atributo integrante de mi diferencia. Me refiero a mi horror por los privilegios, empezando por aquellos que me favorecen a mï. Llamo privilegio al don inmerecido, al galardón injusto. Hoy me remuerden y me obseden tres privilegios.

Voy al primero. Suelo cultivar la amistad de un zapatero que hace zapatos de medida. Su oficio es tan útil y tan necesario como el mío y los zapatos que salen de sus manos son verdaderas obras maestras. Sin embargo sus zapatos se gastan con el uso. En cambio (y ello siempre me ha parecido prodigioso) los versos y las prosas, y por lo pronto mis versos, no se borran del papel a medida que se los lee. La palabra escrita sobre el frágil y vulnerable papel dura más que la tela del pintor, que el mármol del escultor. No hay nada tan duradero (o sea, con arreglo a la etimología, tan duro, tan resistente) como la palabra. Incluso a despecho de las peores circunstancias. En la Edad Media se quemaron cuantos ejemplares del Talmud cayeron bajo los ojos de los fanáticos. Pero la Edad Media ha transido y el Talmud ha sobrevivido. Y aun antes de la invención de la imprenta, y aun antes de la invención de la escritura, el hombre arrancó a los ritmos del lenguaje, con la invención del verso, el secreto de la eternidad de la palabra. Según la tradición rabínica, Yahvé creó el universo por la Tora, para la Tora, con vistas a la Tora, por amor a la Tora. Tora significa doctrina, y más ceñidamente la doctrina del Pentateuco, y más ceñidamente el Pentateuco. Y el Pentateuco ¿no es palabras? Conque, según la tradición rabínica, el universo es el pretexto de un texto, el medio tendiente al fin de la palabra, y la duración de la palabra más cierta que la duración del universo. Y Platón enseña, en el Timeo, que “el tiempo es la imagen móvil de la eternidad”. ¿Cómo no agregar que todas las demás cosas están en el tiempo y que la palabra es la eternidad, que la palabra inmoviliza el tiempo y lo transfigura en eternidad, que la palabra es la llave y la esencia de la eternidad? No es verdad que a las palabras se las lleva el viento; la palabra es el viento del espíritu que arrebata todos los vientos de la materia. Y no es verdad que pueda escribirse en la arena; siempre se escribe en la eternidad; lo escrito, escrito queda.

Y voy al segundo privilegio. Sigo comparándome con mi amigo zapatero. Repito que su oficio es tan útil y tan necesario como el mío y que sus zapatos son verdaderas obras maestras. Sin embargo sus zapatos jamás han sido públicamente aplaudidos. En cambio mis versos han recibido alguna vez el aplauso público.

Y voy al tercero y último privilegio. Al privilegio de este acto...

Junto a un río de Babel fue premiado al año siguiente, en 1966, por la Sociedad Argentina de Escritores con su Faja de Honor, gracias a que algunos amigos, sin que él lo supiese, presentaron su libro. CMG nunca lo había hecho ni sido premiado. Poco después Grünberg enfermó y el 25 de julio de 1968 falleció, tal como él suponía, a la misma edad que había muerto su padre, 65 años.

El cuerpo de Grünberg fue incinerado y sus cenizas arrojadas por su hijo al porteño Río de la Plata. CMG se lo había encomendado en Junto a un río de Babel: “Viejo partidario / de la cremación, / te encomiendo, hijo, / mi incineración” (p. 207). Ya lo había anticipado antes, en 1940, en el último poema de Mester de Judería: “¡Viejo tizón judío! ¡Tizón expurgatorio! / Tienes la luminosa vocación de la hoguera. // La religión judía —que no es el judaísmo— / proscribe seriamente las incineraciones. / La cristiana interdice, también, las cremaciones. / En resumidas cuentas, a mi me da lo mismo. // Lo he consagrado todo, pero no espero nada. / Ni de mi propia gente. Ni para mi ceniza. / para mi descastada ceniza advenediza. / Para mi endemoniada ceniza excomulgada” (p. 144).

“Su caja estaba cubierta por una manta con un Maguén David. Cuando la caja emprendió el camino hacia la quemazón grité: ‘¡Todas las palabras están congeladas!’, queriendo decir que una vez que el dueño de las palabras había muerto, ya ninguna valía mada. Entonces César Tiempo, que estaba a mi lado, me abrazó diciendo: ‘Las palabras escritas, no’”. Esto me lo contaba años más tarde Adina, la viuda de Carlos Grünberg, cuando la visité de la mano de un entrañable amigo común, León Herman. Corría noviembre de 1990 y Adina, con sus 87 años, baja, robusta, rápida, aguda, simpática, hermosa, coqueta, nos recibió vestida de punta en blanco.

“Carlos no dejó nada inédito, —nos dijo— sabiendo que su enfermedad era fatal, destruyó todos sus manuscritos, incluso un trabajo en el que venía interesado desde hacía mucho acerca del origen común de todas las lenguas. Para desarrollarlo decía necesitar un equipo de profesionales e internarse en una biblioteca importante, pero nunca pudo conseguir la gente ni el tiempo”. [69]

Conversamos largamente, disfrutando de su humor y de su asombrosa memoria y yo prometí volver. Cuando volví a esa casa del septimo piso de la calle Corrientes fue para entrevistar a su hija Noemí. Adina falleció totalmente lúcida el 9 de noviembre de 1994. También sus restos fueron incinerados y sus cenizas sembradas en el ya familiar Río de la Plata, el río de Babel. [70]
 
      Pero la poesía no muere. Así evoca la casa familiar Noemí Grünberg en un poema todavía inédito:  

Sólo yo abro las pesadas cortinas de la sala / las puertas de cristales que separan / éste y tu hábitat silencioso y solitario / donde crecía su magia la palabra / —tu lenguaje desnudo y condensado— / el ámbito sagrado de tu estudio, / los gastados sillones / las tacitas de café sobre la mesa / el hermoso escritorio de caoba / rebosando libros y papeles, / las plumas de escribir y la Olivetti / —sólo dos dedos tecleando tantos versos— / los estantes de libros y más libros / —otras vidas que cobijan nuestra vida— / los cajones secretos, sus misterios / —el olor a ficción que los habita— / y padre que me mira por sobre sus gafas / desde atrás de sus ojos / desde el fondo / y siento la dulce proximidad de su ternura / la brisa jugando en las cortinas / la lluvia que cae en el balcón de Corrientes, / mi casa. / Todo en ésa ciudad que duelo y amo / a la orilla de un río que me vió nacer / y que no cesa...

* * *

Una confesión final: Yo tuve un muy breve encuentro con Carlos M. Grünberg allá a comienzos de 1958 gracias a César Tiempo, quien me envió a entrevistarlo para la página literaria del diario Amanecer,  pero poco después ese diario dejó de aparecer y aquella entrevista nunca se publicó. Ya no recuerdo las preguntas ni las respuestas; sólo retengo de ese encuentro la semiluz y el hondo silencio de su gabinete, su rostro serio, su palabra reconcentrada y precisa, sin un asomo de seducción. Ya había andado entonces su Mester de Judería, que a lo largo de todos estos años volví a recorrer muchas veces, como lo hice luego con su Junto a un río de Babel; también sabía una cantidad de hechos y anécdotas de su vida, de modo que cuando preparé el plan de esta obra, yo creía conocer a Carlos M. Grünberg. Pero cuando me sumergí de veras en las entrelíneas de su obra, cuando anduve los cuartos y rincones de su vida a través de la mirada de quienes lo conocieron, fui fascinándome, apasionándome con este hombre tan complejo, tan puro y tan entero. Estas páginas se proponen compartirlo; rescatar la lucidez y el fervor, la entereza y el compromiso, el aire y el oxígeno de la poesía, de la prosa, de la vida de Carlos M. Grünberg; compartir un retrato espiritual cosechado a lo largo de unas conmovedoras andanzas por entre los papeles, los libros, los días y los recuerdos sembrados por este hombre que hizo un culto fraternal del respeto y del amor por el diferente y por su diferencia.

 

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(1) *Gerchunoff, Alberto. Los gauchos judíos. La Plata, Argentina, J. Sesé,  1910, 177 pp.
(2) *Ver en  Senkman, Leonardo.  La identidad judía en  la literatura argentina, Pardés, 1983, pp. 264/266, filiación hispano-hebrea y heineana de Espinosa, Gerchunoff, Grünberg y Tiempo,
(3) *Viñas, David. Literatura argentina y política. De lugones a Walsh, Bs.As., Sudamericana, pp.145/146
(4) *César Tiempo. Mi tío Scholem Aleijem y otros parientes, pp. 48/49
(5) *Se reproduce en la presente obra
(6) *Eliezer Ben-Yehuda (1858-1922) escritor y lingüista, es considerado el padre de la moderna lengua hebrea y autor de su primer diccionario. En 1890 fue uno de los creadores de la Comisión de la lengua Hebrea, antecesora de la Academia de esa lengua.
(7) *Ver en la presente obra
(8) *En el transcurso de esa “Semana trágica” de enero de 1919, hubo ataques a las barriadas judías por parte de militantes nacionalistas protegidos por la policía, dejando como saldo un muerto, muchos heridos y una amarga sensación de cólera e impotencia.
(9) * “El incidente del Colegio ‘Mariano Moreno’.
(10) * “Una composición”, Vida Nuestra 2:12, 1919, pp. 288-290. Ver en la presente obra, pp......
(11) *Información obtenida por el Dr. José Niborski
(12) *Junto con Alberto Gerchunoff, León Dujovne, Salomón Resnick, Samuel Eichelbaum, Bernardo Verbitsky, Marcos Satanovsky, Mauricio Nirenstein y Gregorio Fingerman . Ver Senkman, pp.450/451
(13) * Vida Nuestra  6:8, 1923, pp.184-188
(14) * Las cámaras del rey, s/e, 1922, 100 pp.
(15) * (p.15/16) Indica la página del libro en análisis en que se encuentra el texto de que se trata
(16) * Ver: Salas, Horacio. El salto a la modernidad  (en Revista Martín Fierro 1924-1927. Edición Facsimilar), Fondo Nacional de las Artes, 1995, pp. VIII/XV
(17) * Martín Fierro 3, 15 de abril de 1924, pp.5-8
(18) * Martín Fierro 7, 25 de julio de 1924, pp.9-10
(19) * Trenti Rocamora, J. L. Índice general y estudio de la revista “Martín Fierro” (1924-1927), p.51
(20) * Martín Fierro 3, 15 de abril de 1924, p. 3
(21) * Trenti Rocamora, José Luis, op.cit. p.51
(22) * Idem, p.228
(23) * Martín Fierro 1, febrero de 1924, p. 6
(24) * Evar Mendez lo hace en su trabajo en la Exposición de la actual Poesía Argentina, de Pedro Juan Vignale y César Tiempo ( ); Carlos Mastronardi, citado por BEK, dice “La contribución lírica de Grünberg está a la altura de las más significativas de la generación martinfierrista” ( )
(25) *Guillot Muñoz, Alvaro. “Carlos M. Grünberg, poeta lúcido”, Judaica 96, junio 1941, pp.261-267
(26) *En su ensayo “La naturaleza del arte, según Guyau”  (de Dos ensayos filosóficos, s/e, 1929) desarrolla CMG esta afirmación de Platón, relacionándola con la eternidad de la obra de arte.
(27) * En este poemario sólo aparecen dos referencias judías explícitas: “...Mucho dolor, dolor inagotable / con el que todavía se entrelaza / otro dolor, temible, inexorable: / el que en herencia me legó mi raza.” (“Dolor”, p.69) y este pintoresco cierre de la descripción de una “Tardecita de verano”: “...Hasta que me interrumpe con certero / grito un gallo que va por el camino / con su barbado rostro de rabino / y su enérgico andar de mosquetero.” (p.41)
(28) * Adina Schereschevsky, nacida en Moisesville
(29) * Juan Carlos Rébora y Carlos M. Grünberg. Cinco estudios de derecho sucesorio, Librería y Editorial “La   Facultad”, Buenos Aires, 1930, pg.6
(30) *“En la Escuela de Comercio Nº5 eran frecuentes interlocutores Jorge Oría, Enrique Díaz de Guijarro y Grunberg. (...) Carlos Grunberg, más encendido, más dispuesto a la polémica, no olvidaba elogiar a Miguel de Toro y Gomez  y al Diccionario Larousse, modelo del género.” (Angel Mazzei, en La llama que aún arde, Ed.Menlo, 1992, pg.67)
(31) *Mundo Israelita, 22/6/1929
(32) *Mundo Israelita, 26/7/1930, p.13, poema incluído luego en Mester de Judería como “Infancia
(33) *M.Gleizer editor, Buenos Aires, 1930, 150 pp.
(34) *César Tiempo, La campaña antisemita y el director de la Biblioteca Nacional, Mundo Israelita, Buenos Aires,  1935, 62 pp., referido a Hugo Wast
(35) * “Un mártir cristiano del hebraísmo: Juan Reuchlin”, Mundo Israelita , 7/11/1931, p.5
(36) * Senkman, Leonardo.  La identidad judía en  la literatura argentina, Pardés, 1983, p. 46
(37) * Idem, p.47
(38) *Con su particular trasliteración de algunas palabras de origen ídish y hebreo, CMG escribe sabat por shabat, sábado; salom por shalom, el saludo hebreo que significa paz; ídiz para designar la lengua ídish, etc.
(39)* 1916 alude al año del centenario de la Declaración de la independencia argentina. Este poema ya había visto la luz en el primer número de la revista Judaica,  julio de 1933, donde se titulaba “Himno
(40) * Con la palabra pogrom CMG alude al ataque contra el barrio judío porteño que tuvo lugar durante la Semana Trágica de enero de 1919.
(41) * Lockhart, Darrell B. (Editor). Jewish Writers of Latin America, a Dictionary, NY & London,                 Darland Publishing Inc, 1997, p.245
(42) * Noé, Julio. Historia de la Literatura Argentina, IV tomo
(43) * Antes de su inclusión en este libro, este texto apareció en el semanario Mundo Israelita del 26 de julio de 1930, bajo el título “Rabí Josué”.
(44) *Hebraísmos y Criptohebraísmos en el romance peninsular y americano, separata de Judaica 51/53, 1937
(45) *Princesa sábado, Judaica 34, abril 1936, pp.161/5; Judá Leví, Judaica 112/114, 1942
(46) *La cabra, Davar
(47) *¿Qué es el judaísmo?, Heredad 5-6 a 9-12, 1946
(48) *Italia y los judíos, Heredad 9-12, set-dic 1946, pp.179-185
(49) *Bajo el remiendo amarillo, Heredad 7-8, jul-ago 1946, p.57
(50) *Salmos 113 a 118 y 136, Heredad 1-2, ene-feb 1946, pp.43-53
(51) *Heredad 1-2, ene-feb. 1946, pp.55-57
(52) *La creación, Génesis I-1 a II-3, Heredad 9-12, set-dic 1946, pp.59-62
(53) *Narración de Pascua, original hebraico y traducción castellana en prosa y verso, prólogo y notas de CMG,  Fundación para el Fomento de la Cultura Hebrea, Buenos Aires, 1946
(54) * “Emprendí mi traducción de la ‘Narración’ —del himno de libertad más antiguo que se conoce, a la vez himno de libertad de mi estirpe— a mediados de 1943, en circunstancias en que hacía un mes y medio que, en la primera noche de Pascua del 19 de abril de 1943, los 40.000 judíos del ghetto de Varsovia, remanente de 600.000, se habían levantado en armas contra los nazis, resueltos a cobrarles caro sus vidas, como por cierto lo hicieron durante cuarenta y dos días y noches, en el episodio más heroico de la segunda guerra mundial (...). La suerte ha querido que publicara mi traducción para la primera Pascua posthitleriana.” (Idem, pg.XV)
(55) *Ibídem, pg. XIII-XIV
(56) *Heredad 1-2, ene-feb 1946, pg.9
(57) *Davar 104, ene-mzo 1965, pp.3-5
(58) *Según relato telefónico, —el 20 de julio de 1998— de Itzhak Navón, en aquel entonces un joven de 26/27 años, segundo secretario de la Embajada de Israel en la Argentina y luego presidente de Israel. Durante su estada en Buenos Aires, Navón entabló amistad con CMG, “un hombre encantador pero nada facil; sabía lo que quería y defendía sus puntos de vista con coraje. Hablábamos mucho de filología y me impresionaba su conocimiento de la literatura y la poesía mundiales”.
(59) * Ignacio Klich y Gladys Jozami. La integración de los “exóticos”. Árabes y judíos en el Servicio Exterior de la Nación (1900-1966). Trabajo inédito.
(60) * Idem, p.24, nota 108. Ver adjunto B
(61) * De cartas a su hija Noemí: “Yo espero, para 1965, publicar mi Nuevo Mester de Judería con alrededor de 150 poesías, si bien todas breves, no pocas de una sola copla.” (4/VIII/1964) “Mi libro ya está en imprenta. (...) Le he cambiado el título al libro. Le he puesto Junto a un Río de Babel. Esta frase es una paráfrasis del primer versículo del Salmo 137 “Junto a los ríos de Babel” y viene a significar algo así como junto a los ríos de la Diáspora, del Galut, o sea precisamente, mi río porteño, el Río de la Plata. También he aligerado algo el libro suprimiéndole unas 30 poesías cortas (casi todas de una estrofa) y dos pliegos. Así es que ahora tendrá 216 poesías y 17 pliegos (272 páginas). He sacrificado un poco de extensión a fin de ganar en densidad y de mejorar la lógica de la posición ética del libro.” (30/VIII/1965)
(62) * “Junto a los ríos de Babel estábamos sentados, llorando al acordarnos de Sión...” (Salmo 137)
(63) *Ver acerca de este tema la parte correspondiente del excelente trabajo de Florinda Goldberg, The complex Roses of Jerusalem: The Teme of Israel in Argentinian Jewish Poetry, en Tradition and Innovation, Robert DiAntonio y Nora Glickman (Editores), Albany, State University of New York Press, 1993, pp.77/79
(64) * Senkman, op.cit., p.323
(65) * Junto a un río de Babel reúne poemas escritos a lo largo de los 25 años que lo separan de Mester de Judería. Muchos de sus textos fueron apareciendo en diferentes publicaciones en esos años; por ejemplo, una treintena vio la luz en 1950, dos años después del surgimiento del Estado judío (“Promisión”, Mundo Israelita 1395, 22/4/50, p. 2) y otros quince unos años más tarde (Davar 50, 1954, pp.52-55).
(66) * Senkman, op.cit., p.325
(67) * “Un diferente y su diferencia”, Davar 108, 1966, pp. 4-7, texto leído por CMG durante la presentación de Junto a un Río de Babel en la Sociedad Argentina de Escritores el 23/XI/1965
(68) * De este poema hay dos versiones; una, ”A Alberto Gerchunoff”, (Davar 31/33, 1951, p. 57), y otra,  “Gerchunoff”, que ve la luz en este Junto a un río de Babel, p.258. Yo privilegio la frescura de la primera versión y es la que reproduzco. La segunda versión presenta algunas  variantes en las primeras dos estrofas. “Somos, Alberto, la academia hispana / de los  nabíes y de los rabíes, / que dobla en sus íberos otrosíes / la unicidad jerosolimitana. // Somos la cuadratura castellana / del círculo judiego. Sinaíes / enladinados, Toras sefardíes, / salmos  y trenos a la toledana.” Vale la pena subrayar, por la cadencia, que CMG acentúa la primera sílaba de “Tora” (en plural, “Toras” en este caso), contrariamente a lo que suele hacerse con éste término hebreo, pero siguiendo el criterio del Diccionario de la Real Academia Española.
(69) * En un ejemplar de “La Nación” de diciembre de 1998 se cuenta precisamente de una nueva y revolucionaria teoría del lingüista Noam Chomsky acerca del origen común de todas las lenguas...
(70) * También los restos de la hija mayor de Carlos y Adina, Elisabet, fallecida en 1970, fueron incinerados y sus cenizas sembradas en ese río.

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