Ghetto tango
Hace un par de años apareció en
Buenos Aires una apasionante y muy bien documentada
obra acerca de la presencia judía en
el tango. Esa obra, Tango
judío,
de Julio Nudler, incluye un capítulo, “Tango
de la muerte”, que rescata algunos encuentros
entre esa música porteña y los
trágicos días del Holocausto.
Nudler recuerda tres momentos. El primero es
el famoso poema de Paul Celan, escrito en 1944
en su Czernowitz natal asolada por los nazis,
poema que comenzó llamándose “Tango
de la muerte” y cobró renombre
como Todesfuge, “Fuga sobre
la muerte”: “Negra
leche del amanecer la bebemos de tarde / la
bebemos a mediodía
y de mañana la bebemos de noche / bebemos
y bebemos / cavamos una fosa en los aires allí no
hay estrechez... ” dicen sus primeros
versos.
En segundo lugar menciona aquella obra los
tangos que con siniestro sentido del humor
los guardias nazis solían forzar a interpretar a músicos
judíos en los campos de concentración, para acompañar la
marcha a la muerte de otros prisioneros. Finalmente recuerda allí Nudler
a un mediocre compositor argentino radicado por aquellos años en Europa,
que componía tangos para los fascistas italianos, para sus correligionarios
españoles, y para los nazis, incluído el pronazi ambajador argentino
en Berlín.
Pero resulta importante agregar que las nostálgicas notas del tango fueron
también, durante el Holocausto, utilizadas por los judíos para
acompañar en ghettos y campos, algunas de sus canciones de resistencia.
Resistencia en la dimensión tiempo
Se suele pensar la vida de los judíos
confinados en los ghettos nazis como una suerte
de álbum de imágenes y anécdotas,
espantosas pero fijas, en tres dimensiones,
dejando escapar la cuarta dimensión,
el tiempo; se suele olvidar que, por ejemplo,
el ghetto de Lodz duró, día a
día, cinco años; el de Varsovia
tres años y medio; el de Kovno tres
años, el de Bialystok más de
dos... Esto no significa que la gente haya
sobrevivido en aquellos lugares todo ese tiempo,
pero muchos lo hicieron durante largos meses,
durante años incluso. Es decir que tuvieron
que organizarse en esos sitios una vida diaria.
Los testimonios nos los muestran lidiando,
en esa vida diaria con la hambruna y la promiscuidad,
con la degradación, la enfermedad y
la muerte, situación que despertaba
en una cantidad de prisioneros todas las miserabilidades
propias de esa situación límite.
Pero para muchos otros, la vida concentracionaria
estaba hecha también de solidaridad,
de rebeldía, de resistencia, de humor
—amargo, claro—, de búsqueda de belleza
y de poesía.
¿Cómo conservar en el planeta nazi la dignidad y la cordura?
Muchísimos no lo lograron. Una minoría huyó a los bosques
y se atrincheró en la lucha armada, pero muchos otros se inventaron
diversas maneras de aferrarse a su condición humana, de resistir, de
darle un sentido a la propia vida, a menudo arriesgándola. Era lo que
hacían los maestros que organizaban escuelas clandestinas en los ghettos;
los periodistas que escribían, mimeografiaban y distribuían en
las narices de los nazis publicaciones prohibidas; los historiadores que reunían
documento a documento y los enterraban en cajas herméticas, para que
esa memoria diese testimonio alguna vez por ellos; los dibujantes y pintores
que, a escondidas, daban testimonio con su lápiz o su pincel; los fotógrafos
que documentaban lo que sucedía, aunque los rollos fotográficos
fueran inhallables y el solo hecho de poseer una cámara estuviese penado
con la muerte; era lo que hacían los músicos, compositores, directores
e intérpretes que continuaban componiendo e incluso dando conciertos
en medio de la deshumanización sistemática; los poetas que transformaban
esa pesadilla colectiva en versos de una belleza aterradora o los actores que
levantaban teatros clandestinos o montaban en los ghettos revistas musicales
repletas de humor y de guiños cómplices para un auditorio necesitado
de una broma a costa de sí mismos y de ironías a costa de un
enemigo que aparecía a todas luces invencible.
Había vuelto la época de los
trovadores
Posiblemente se cuenten entre los fenómenos
menos conocidos de la resistencia judía
durante la Shoá, los poetas populares
y las revistas musicales que desarrollaron
una singular labor vitalizadora en diversos
ghettos.
Resulta llamativa la enorme cantidad de diarios
testimoniales, poemas y canciones escritos
en esos opresivos recintos. No sólo
escritores profesionales componían textos
y poemas. “Surgió algo así como
una epidemia de escribir. Escribía gente
que conocía las reglas de la ortografía;
escribían semianalfabetos y analfabetos
enteros” cuenta Najman Blumental.
Gente común, que en su vida había
escrito una línea, incluso niños
y amas de casa, se sorprendían escribiendo
poesías, musicalizándolas o encontrando
quien las musicalize, y a menudo lo hacían
en ritmo de tango. Y era común que sus
mismos autores se plantaran en alguna esquina
del ghetto a cantar esas canciones, que a veces
eran atrapadas por los oyentes y pasadas de
boca en boca hasta formar parte de un nuevo
extraño folklore instantáneo.
Había vuelto la época de los
trovadores.
Shmerke Kacherguinsky, poeta y partisano del
ghetto de Vilna que vivió en Buenos
Aires y uno de los recopiladores de las canciones
compuestas en ghettos y campos, dice que “los
tonos menores, tristes, de los tangos, estaban
entre las melodías más adoptadas
por sus autores. No pocos motivos fueron compuestos
en el ghetto en tiempo de tango. Muchos tangos,
además, fueron cantados también
con los textos de preguerra que no habían
perdido actualidad en el ghetto, textos de
amor, de nostalgia, maternales, etc”.
Resistencia en ghettos y campos
en forma de tangos
En los años ‘40, ‘41 y principios
del ‘42 funcionaron varios teatros en
el Ghetto de Varsovia, (dos o tres en ídish,
otros tantos en polaco, alguno en hebreo) y
también salas de café y cabarés,
que presentaban piezas satíricas con
tópicos políticos, sociales y
humorísticos. Otro tanto sucedía
en el Ghetto de Vilna. Están documentados
los textos cantados en sus revistas musicales,
algunas de ellas clandestinas, pero incluso
las abiertas llenas de guiños cómplices.
A
un considerable número de canciones
de los ghettos y de los campos, sus autores,
los compositores o la masa les adaptó motivos
de tango, conocidos o nuevos. El siguiente "Idish
tango", de autor desconocido, que fue
cantado en diferentes ghettos, era una reelaboración
y ampliación de un texto y melodía
parecidos de antes de la guerra. En su lengua
original comienza así: “Shpil
zhe mir a tango ois in idish, / zol dos zain
misnagdish oder jsidish. / Az di bóbele
alein / zol kenen dos farshtein / un take
a téntsele guein”. Perdiendo
la belleza que tiene en ídish, mi versión
castellana de este suena así:
Tango ídish
Toca
para mí un tanguito en ídish
/ sea ortodoxo o jasídico, / que
hasta la babele misma lo entienda / y salga
a dar un bailecito.
Toca, toca, musiquerito, toca / que un
corazón judío se emociona;
/ toca, te pido, con alma y fuego, /
toca para mí un bailecito, toca.
Tócame entonces un tango sobre
refugiados, / sobre un pueblo disperso,
desperdigado, / y que chiquilines de cualquier
edad / puedan entenderlo y bailarlo.
Tócame un tanguito, entonces,
pero no ario, / que no sea ario ni sea
bárbaro,
/ un bailecito con alma y fuego, / que
el enemigo vea que todavía bailo.
Tócame entonces un tango sobre
la paz, / sobre una paz que no sea sólo
un sueño. / En cuanto Hitler y
su Reich sucumban, / ¡qué bailecito
nos vamos a bailar!
Toca, toca, musiquerito, toca / que un
corazón judío se emociona;
/ toca, te pido, con alma y fuego, /
toca para mí un bailecito, toca.
Vale la pena incluir un fragmento
de otro tango, éste escrito en un campo de concentración,
en Auschwitz, en polaco, por una chiquita judía
de 12 años, finalmente asesinada y cuyo
nombre no se retuvo. Esta canción cobró rápidamente
gran popularidad en el campo, apoyado en la
melodía de un tango muy conocido. Esta
es
Tango de Auschwitz
Tenemos
tangos, fox-trots y melodías
/ que antes de la guerra cantábamos
y bailábamos; /canciones suaves, sonoras,
con nostalgia / que nos arrullaban las cabezas
con amor. / Ahora en guerra ya nadie hace
canciones / de aquellos años jóvenes
en la ciudad. / Canta, muchacha, una canción
distinta / de días y noches tras
alambradas del campo.
Refrán: Nuestro tango-esclavo
bajo el látigo del que nos azota,
/ oh, el tango-esclavo del campo de Auschwitz.
/ Lanzas de acero de los guardias bestiales,
/ oh, nos convocan la libertad y el tiempo
libre.
La resistencia en ghettos y campos tomó muchas
formas, y estos anónimos autores de
tangos ghetticos y concentracionarios merecen
no menos reconocimiento, recuerdo y admiración,
que quienes defendieron su dignidad empuñando
armas en sus manos.