Un
diferente y su diferencia: Vida y obra de
Carlos M. Grünberg
Estudio
introductorio al libro de ese título,
antología de la obra de Carlos M.
Grünberg,
compuesta y anotada por Eliahu Toker, editada por el Taller de Mario Muchnik
en Madrid, España, 1999.
Fue en
la antigua casona de la calle México, en la vieja
sede porteña de la Sociedad Argentina
de Escritores, durante la noche del 23 de noviembre
de 1965, al finalizar la presentación
de Junto a un r ío de Babel,
su último poemario. Varios escritores
(Juan José Ceselli, Marta Lynch, Bernardo
Ezequiel Koremblit, Ulyses Petit de Murat,
César Tiempo, Bernardo Verbitsky) se
habían ocupado ya del libro y una actriz
(Rosa Rosen) había dicho
algunos de los poemas. Fue entonces que el
autor, Carlos M. Grünberg, leyó esas
dos carillas de apretadas lineas escritas a
máquina,
que aún se conservan, y que se iniciaban
así:
He reflexionado largamente,
desde la niñez hasta la vejez, sobre
mi condición y mi situación
de judío, de miembro de una familia
espiritual minoritaria, inmerso en un mundo
poco inteligente y poco tierno, proclive
a confundir lo diverso con lo adverso, lo
opuesto con lo contrapuesto, lo extraño
con lo extravagante, lo otro con lo hostil
y con lo aborrecible. Cada humano es una
galaxia de diferencias específicas
(...). A mí me ha tocado en suerte
ser varón
por el sexo, blanco por el color de la piel,
judío por la estirpe, argentino, porteño,
racionalista, librepensador, hispanohablante,
versificador, etcétera. Mi diferencia
es única, impar, irrepetible. (...)
Mi diferencia es un
hecho, y de este hecho emana un derecho:
mi derecho a ser diferente. Y también emana un deber:
mi deber de ser diferente. Y de mi derecho
a ser diferente emana una obligación:
la obligación, que tienen todos los
demás, de respetar y alentar y amar
mi diferencia. Yo amo mi diferencia con el
amor con que la amaría si fuese otra
diferencia y con el amor con que amo las
diferencias ajenas. He aquí mi modo
de amar a mi prójimo como a mí mismo.
Yo he nacido para abogar en verso por la
diferencia y para hacerlo con el ejemplo
de mi diferencia y en especial de estos dos
atributos integrantes de mi diferencia: mi
judeidad y mi argentinidad.
Tras recorrer
una y otra vez todo lo que CMG dejó escrito;
tras observar lo que dijeron y dicen acerca
de él quienes lo conocieron de veras,
resulta claro que en estas lineas se condensa
el credo ético y poético del
hombre, el pensamiento que atraviesa lo mejor
de su obra. Sin renegar nunca de ninguna, CMG
expresó de múltiples maneras
su compromiso crítico con su judeidad
y su argentinidad, los dos hemisferios de su
mundo espiritual. Ya de adolescente expresó su
indignación ante una expresión
de ultranacionalismo argentino y varias décadas
más tarde, siendo representante del
recién nacido Estado de Israel, se pronunció apasionadamente
contra un posible ultranacionalismo judío.
Pensador y poeta, nadie definió tan
claramente como él mismo los objetivos
y los límites de su propia obra:
De mis escasos lectores,
casi todos juzgan que mi verso es demasiado
razonante, que en su léxico y en su
sintaxis se conserva demasiado cerca del
habla, con suicida preterición de
la regla de oro del famoso alejandrino de
Mallarmé: “donner un sens plus
pur aux mots de la tribu”, y que por
aquello y por esto escala difícilmente
el abrupto monte de la poesía y se
eleva raramente al cielo del lirismo. Tienen
razón. Todas las diferencias son igualmente
válidas, pero no todas son igualmente
valiosas. Soy un poeta diminuto; mi musa
sería música, si música
fuese el diminutivo de musa. Pero no me importa.
Ninguna diferencia se justifica siendo así o
asá; toda diferencia se justifica
siendo. Yo he nacido para abogar por la diferencia
y por mi diferencia y para hacerlo en verso
opinante, conversacional y deslirizado. Mi
diferencia es ésa y estoy conforme
y estoy contento con ella.
Desde
aquella noche del ‘65 ya pasaron treinta
largos años, tachonados en la Argentina
y en el mundo de infinidad de sucesos, no todos
precisamente felices. Y en estos treinta años
Carlos M. Grünberg, que nunca fue un autor
popular, quedó cubierto por el olvido.
El objeto de estas páginas es rescatar
de ese sitio, aunque sea en parte, al hombre
y al personaje, recuperar momentos significativos
de su pensamiento y de su creación literaria.
Literatura Judeo-Argentina
La valoración del diferente y
de la diferencia, ejercicio que va bastante
más allá de la tolerancia o del
mero respeto por quien no es igual a la mayoría, para
concebirlo además como alguien que puede
brindarnos una mirada original sobre la sociedad
de la que formamos parte, es un proceso que
va cobrando mayor entidad en la Argentina a
medida que la democracia se profundiza en la
conciencia de la gente. Después de los
años del desprecio sufridos por nuestra
sociedad, fue imponiéndose, con altibajos,
un cambio de actitud ante el diferente, pasando
lentamente de la desconfianza al interés
por conocer las particularidades de su experiencia.
Es el caso de los protagonistas de la experiencia
judía en la Argentina, a cuyo testimonio
recién comienza a dársele la
importancia que tiene.
El mejor atajo para ingresar al territorio
de la experiencia de un grupo humano es recorrer
la palabra de sus protagonistas. Así,
a partir del restablecimiento de la democracia
argentina se multiplicaron las investigaciones
acerca de esa zona particular de su producción
literaria que podría denominarse judeo-argentina,
zona que pese a lo impreciso de sus límites
incluye obras de una cantidad de autores que
han hecho de sus vivencias judeo-argentinas
el nucleo de su tarea creativa. Es el caso
de Alberto Gerchunoff, César Tiempo
o Carlos M. Grünberg, y más recientemente
Germán Rozenmacher, Mario Szichman o
Gerardo Mario Goloboff, por sólo mencionar
algunos nombres destacados de entre aquellos
que brindaron en castellano testimonio literario
de esa experiencia. A fuer de prolijos habría
que incluir también nombres de los escritores
que durante la primera mitad de este siglo
dieron cuenta en lengua ídish de sus
vivencias en estas latitudes, capítulo
aparte casi no transitado todavía. Pero
lo que nos propusimos aquí es detenernos
en Carlos M. Grünberg y su universo.
Un par de poetas judíos porteños
Si bien la llegada de los primeros
judíos
a la Argentina se remonta a mediados del siglo XIX —e incluso a épocas
anteriores— la inmigración judía masiva al país
dió comienzo
en 1889 con algunos grupos que arribaron de un modo apenas organizado. Pero
ya un año más tarde dió inicio a una inédita experiencia
colonizadora agrícola judía en el interior argentino, que por
su originalidad dió pie a un conjunto de obras en castellano y en ídish,
siendo la primera y más notable Los
gauchos judíos de
Alberto Gerchunoff (1884-1950), testimonio clásico del encuentro judío
con el campo argentino, escrito en un español de infrecuente belleza
[1].
En una época marcada por el torrencial
desembarco en este país de sucesivas oleadas inmigratorias, el impacto
recíproco entre los inmigrantes judíos y la ciudad de Buenos
Aires también encontró tempranamente expresión literaria
en un conjunto de autores de entre los que sobresalieron en castellano las
voces de dos poetas un par de décadas más jóvenes que
Gerchunoff: precisamente Carlos M. Grünberg (1903-1968) y su coetáneo
César Tiempo (1906-1980).
Poetas urbanos los dos y sensibles
ambos al espíritu de su tiempo, constituyeron
con sus similitudes y diferencias un par de
figuras arquetípicas de la primera generación
literaria judeo-argentina. Ambos comparten
un cuidado casi obsesivo por la expresividad
y limpieza idiomáticas, y una intensa
amistad con el diccionario y con sus vocablos
más castizos y menos transitados. Esta
preocupación
por la lengua es un rasgo de la época
[2] tal como lo es el integrarse a grupos
literarios. Los dos lo hacen aunque en diferente
dirección.
Grünberg se acerca a los círculos
porteños de experimentación
vanguardista, representados por el grupo Florida
y la revista Martín
Fierro, mientras Tiempo se
siente atraído por los abanderados
de las inquietudes sociales, de los inmigrantes
y los marginales, reunidos simbólicamente
en el grupo Boedo y en la revista Claridad.
Más allá de la distancia, no
siempre demasiado nítida,
entre Florida y Boedo ( “la
torre de marfil versus la torre de Babel” en
la expresión de David Viñas [3])
ambos poetas tienen en común
la intensidad de su relación con la
cosa judía.
“Si algún mérito
me cabe —decía
César Tiempo— es haber descubierto
con Carlos Grünberg a las
gentes judías y su ámbito
en nuestro país, y que sin
dejar el ghetto tras nuestro —un
ghetto metafísico, entiéndase
bien—, lo llevamos con nosotros, sin
desfallecimientos ni concesiones, hacia los
anchos horizontes, hacia las colinas
azules, hacia la vida hervorosa, que está de
espaldas a los muros y a las miserias que
pugnaban por aprisionarlo. (...) Con el andar
de los años —no muchos— descubrí a
las gentes de mi pueblo y a sus calles, que
conozco tan bien como las calles que conducen
a mi corazón. Quien se haya arriesgado
por las páginas
de mis libros sabáticos comprobará hasta
dónde mi fortuna
me permitió descubrir para la lírica
nacional ese mundo laborioso y siempre esperanzado
que alguien llamó fermento
de la humanidad”. [4]
La
mención
que César Tiempo hace de Grünberg
no es gratuita. Aunque el tono de ambos sea
totalmente diferente, tienen en común la
exaltación de la confluencia entre su
judaicidad y su argentinidad, orgullosos de
ambas y no dispuestos a sacrificar ninguna
en beneficio de la otra. [4]
El primer Grünberg
Carlos Moisés
Grünberg nació en la ciudad
de Buenos Aires el 29 de agosto de 1903, en
el seno de una familia de inmigrantes poco
comunes. CMG le dedica una detallada descripción
en una extensa carta familiar, inédita
hasta ahora [5], encontrada entre los pocos
papeles que el poeta no destruyó antes
de su muerte. Allí brinda datos de un
mundo que debe de haber alimentado su imaginario,
un mundo en el que se cruzan la filología,
el tiempo hecho relojes, la vieja tierra de
Israel y un muy temprano viaje al Cercano Oriente
y a Europa.
Su padre, Mardoqueo (Manuel) Grünberg
—nacido en 1875 en Jafa, ciudad portuaria de la entonces Palestina, hoy
integrada a Tel Aviv— fue de niño pensionista y alumno del filólogo
y escritor Eliezer ben Iehuda, artífice de la moderna lengua hebrea
[6]. Ya adolescente, Manuel Grünberg aprendió en su ciudad natal
el oficio de relojero y a los diecinueve años montó un taller
de relojería en Jerusalem. Unos años más tarde, tras breves
residencias en Túnez y en Marsella, en febrero de 1898 arribó a
Buenos Aires, ciudad en la que se estableció y en la que contrajo enlace,
en 1902, con Judit (Julia) Krauthamer. Al año siguiente vió la
luz su promogénito, Carlos M. Grünberg.
Algunas experiencias muy tempranas
debieron de impresionar la imaginación
y los sentidos del Grünberg niño.
En la mencionada carta familiar, dirigida a
una prima, relata:
Fue a mediados del año
1913. Yo había nacido en 1903
y tenía nueve años y medio.
Mi padre hizo un largo viaje y me llevó consigo.
Siempre había soñado volver
a su país
natal, Palestina, para visitar a sus padres.
Su padre, Wolff Alter Grunberg, nuestro abuelo,
había muerto un año antes,
en 1912, en Egipto, en Alejandría,
en casa de su hermano Moisés, tío
nuestro. El principal objeto de su viaje
era, pues, visitar a su madre, Lea Levín
de Grunberg, nuestra abuela. Conocí a
nuestra abuela en Alejandría,
en casa de nuestro tío Moisés.
Jamás olvidaré la
escena del reencuentro entre nuestra abuela
y mi padre, ni tampoco los mimos que nuestra
abuela nos prodigaba. En la misma ciudad
conocí (...) incluso
la tumba de nuestro abuelo, al pie de la
cual mi padre recogió un puñado
de arena que guardó siempre para que
a su muerte fuese sepultado con él.
En El Cairo conocí a Jacobo Neumann,
que había sido el maestro
de mi padre en el arte de componer relojes.
Mi padre y yo pasamos después
a Palestina y visitamos Jafa, Rischon-le-Zion,
Petah Tikvah y Jerusalén.
(...) Me acuerdo perfectamente de Jerusalén,
de sus calles viejas, estrechas y empinadas,
de sus judíos flacos, barbudos y patilludos,
del Muro de los Lamentos, del Santo Sepulcro,
de la Mezquita de Omar, de la esquina donde
mi padre había tenido establecido
en 1894 su taller de compostura de relojes
y de la casa donde nuestros abuelos habían
vivido y donde nuestra abuela seguía
viviendo. En esta casa volví a encontrarme
con nuestra abuela. Delante de esta casa
había un jardín con árboles
añosos. Cada uno de estos árboles
tenía,
como un ser humano, un nombre propio puesto
por nuestro abuelo... [7]
En ese viaje de 1913 CMG recorrió con
su padre, amén de Egipto y Palestina, ciudades de Austria, Italia y
Suiza. Al año siguiente estallaría en algunos de esos parajes
la Primera Guerra Mundial.
Muy tempranamente hizo suyo CMG
el mal de pensar y el de defender en voz alta
su pensamiento, y no tardó en tener
que pagar esa osadía. Apenas contaba
quince años cuando, en mayo
de 1919, es expulsado del colegio Mariano Moreno,
víctima de una provocación
de un compañero ultranacionalista. No
está demás recordar
que en enero de ese mismo año había
tenido lugar en Buenos Aires la Semana Trágica
[8]. La crónica del incidente
que culminó con aquella expulsión
apareció en la revista Vida
Nuestra de junio de ese año
[9]. acompañando “Una
composición”, primer
trabajo de CMG en ser publicado. A esa
composición, “El 25 de
mayo; su influencia continental”, que
uno de sus profesores había encomendada
a los alumnos para celebrar la fecha patria
argentina, Grünberg le agregó las
palabras “y
universal”, componiendo bajo ese
nuevo título un texto de
notable claridad, fuerza y convicción
acerca de la misión moral
universal a cumplir por la Argentina tras la
recién finalizada Primera
Guerra Mundial:
Si
es verdad que la civilización sigue una trayectoria occidental,
como si estuviera integrada por una bola que rueda en esa dirección,
es evidente que el suelo americano va a convertirse
definitivamente en punto de referencia de
todos los valores morales de nuestro planeta.
En efecto, las naciones del continente europeo han degenerado y
caído lamentablemente. La guerra ha sido, para el resto del mundo, la
demostración decisiva de ese hundimiento moral y material. Y la paz
que se está realizando es la prueba
palpable de que aquellos pueblos han
perdido su dignidad.
Quien hable de las próximas
reconstrucciones, juzga obtusamente, y yerra
en consecuencia, porque si habrá reconstrucción,
ella sólo será de los ídolos
de las catedrales y de los muros de las cárceles,
pero jamás de aquellos adelantos que,
elaborados merced a la acción conjunta
de los siglos y de los sacrificios humanos
que los enrojecieron, eran orgullo legítimo
de la humanidad. (...)
Los pueblos americanos se
encuentran ahora ante dos insinuaciones:
un ejemplo y una misión. El ejemplo,
es detestable; la misión,
es sublime. El ejemplo debe ser rechazado,
porque los pueblos americanos no son ni serán
suicidas. La misión debe ser acatada
con nobleza, porque dichos pueblos tienen
conciencia de su vida y sabrán
ennoblecerla. (...)
Nuestro país está particularmente
preparado para llenar su fin. Lo atestiguan
los dos hechos más notables de su
historia: la revolución del 25 de
mayo de 1810 y la constitución del
25 de mayo de 1853. (...) He dicho que nuestro
país es el más preparado
para contribuir a la grandeza del planeta,
pero no he dicho que lo será.
Si nuestro antepasados nos han hecho
un precioso legado, es bueno recordar
que no hay que dormirse sobre los laureles.
(...) [10]
Reprodujimos
in extenso algunos fragmentos del trabajo primerizo
de CMG —que puede leerse íntegro
en otra parte de esta obra (Vida
y obra de Carlos M. Grünberg, 1999) — para
observar qué tempranamente
se pueden atisbar en él señales
de un pensamiento propio y polémico,
que trasciende lo inmediato y se centra en
una visión universal, idealista y libertaria.
Tras su expulsión del
Mariano Moreno, CMG ingresó al Bernardino
Rivadavia donde
tuvo por compañero a un tal Israel Zeitlin,
poeta que luego cobraría
renombre bajo el seudónimo de César
Tiempo, quien presentando en 1965, en la Sociedad
Argentina de Escritores, Junto
a un río
de Babel, recordaba así a
su compañero de entonces:
La primera vez que vi —y oí— a Grünberg fue hace más
de cuarenta años en el patio del Colegio Nacional Bernardino Rivadavia,
en la vieja casona de la calle Chile. Se celebraba una efemérides patria
y en lugar de los discursos al papel carbónico, acribillados de lugares
comunes y cursilerías al uso en tales circunstancias, un alumno, un
muchacho que estaría en tercer o cuarto año, se había
encaramado al tingladillo para darnos a conocer una página poderosa
poderosamente leída. Cosa inusitada, no nombraba a ninguno de los próceres
con quienes hacen rodeo los profesores de reata, ni convocaba a los paraguas
reunidos eutrapélicamente bajo la lluvia en la fecha inmortal, ni invocaba
al león tendido y rendido a los pies de la nación. El muchacho
transcurría donosamente por esa selva con rumor de dioses que se llama
Antiguo Testamento e invocaba a Isaías y a otros profetas tronitronantes
y hablaba de su amor a la patria con un amor entero y varonil de macabeo en
armas, sin literatura y sin desplantes de compadrito, víctima de esa
elefantiasis de la autosobrestimación
a la que somos tan propensos.
El compromiso ético y
profético
de Grünberg cobra expresión activa
con su ingreso en 1922 a la logia Unión
Justa, en la que consigue ser admitido
pese a no haber alcanzado, con sus diecinueve
años, la edad mínima
que fijan las normas de la logia [11]. Su inquietud
societaria también
incluye el ámbito judío: en 1923
está entre los fundadores
de la Asociación Hebraica, antecesora
de la actual Sociedad Hebraica Argentina [12].
Esos primeros
años veinte
son para Grünberg
años de experimentación literaria.
A partir de aquella primera colaboración
suya, a los quince años, continúa
publicando en la revista Vida
Nuestra poemas
y notas de crítica literaria, e incluso,
en 1923, dos cuentos, los únicos que
se le conocen, “Un
esposo” y “Padre” [13], cuentos
breves, de tono sombrío, de
prosa rica y económica, ambientados
en algún villorrio judío de Europa
Oriental. En 1924 colabora intensamente en
la revista Martín
Fierro, con
cuya propuesta literaria de introspección
y experimentación poética, como
veremos, se muestra afín.
Las cámaras del rey
En 1922, año particularmente
prolífico
para la literatura argentina, en el que vieron
la luz las primicias de
Oliverio Girondo, de Francisco Luis Bernárdez,
de Horacio Rega Molina, de Leopoldo Marechal,
también aparece el primer poemario de
Grünberg. Titulado Las
cámaras del rey [14],
incluye algunos poemas de una provocativa
sensualidad y omnipotencia adolescentes y otros
en cuyos idealismo, pesimismo e ironía
se reconoce el germen del CMG futuro. Salvo
en estos rasgos, lo judío no aparece
en las páginas de este libro. Lo común
a todos los textos que lo componen —y
a toda la siguiente producción
poética de Grünberg— es el
cuidado formal, la prolija construcción,
a menudo experimental, de cada poema, de su
ritmo, métrica y rima.
No
resulta difícil entrever quién
es el rey que habita las cámaras que
dan título
al poemario y qué clase de palacio
es el suyo: “Yo seré tu príncipe
galante” dice Grünberg en “Romántica” (p.
15/16) [15], y luego “Serás feliz
un año y nueve días / en mi palacio
de melancolías”.
Este libro incluye un
poema, “Amor
niño”, compuesto por CMG a los 14 años: “soy
precoz en mi cariño / y pesimista; y pues se vuelve niño
/ el hombre al fin de sus mejores años, // nosotros, cuando viejos,
volveremos / a la precocidad, y a ella uniremos / el pesimismo de los desengaños” (p.
37/38). Una sensualidad expresada en imágenes
poderosas da el tono a algunos de los textos
que conforman este poemario: “Tendré la
sideral fortuna / de conquistar, por mi amorosa
fragua, / tu sexo, luminosa media luna / que
descuella en el cielo de tu enagua. // Y, símbolos
de glorias adquiridas, / te dejaré las
huellas de mis besos, / en estigmas perpetuos
a ti unidas, / como nudos del árbol
de tus huesos!” (p. 27).
La ironía se
hace presente en “La
ojerosa” de “ojos enfermos de esperanza”: “Cuando
te conmueven los pianos / y tu mirada hipnótica se abisma, / diríase
que piensas en lejanos / misterios; pero piensas en ti misma. // Oh las
noches que tu índice especioso, / anticipando el ignorado amplexo,
/ turba, como un insecto peligroso, / el capullo astringente de tu sexo” (p.
17/19).
Pero no sólo de sensualidad
están
hechos estos versos: dice en “Tristeza”: “...lo
que hirió mi corazón artista
/.../ fue la maldad del hombre, la imprevista
maldad / que el hombre por el hombre alienta”;
y a los perversos: “caigan sobre
ellos mis acompasadas / rimas, como terribles
martillazos!” (p. 75).
Al pasar vale la pena
recoger algunas metáforas
e imágenes de CMG, hallazgos poéticos: “El
silencio brota como de su boca” (p.
82); “Pretendientes,
/ estrictos y correctos como un guante” (p.
15) o “Palideces, a un
tiempo con la luna, / sobre el frágil
país
de tu abanico.” (p. 31). “Por
sobre las páginas del libro / ha cerrado
sus párpados el día”(p.
55).
Poeta urbano, Grünberg
canta en “Ocaso
en la ciudad”: “Con lentitud de
miel, en el lindero / de la calle, declina
el sol poniente, / como si descendiera largamente
/ por la garganta de un desfiladero. // Y el
tranvía que viene, en
la oportuna / hora, hacia mí, del fondo
del paisaje, / finge raro vehículo
en viaje / desde el país del sol al
de la luna” (pg.53). O “los
focos de tranquilas / luces, parecen filas
/ de lunas en el aire” (“El
canto de las calles” p. 86).
En el colofón que cierra
esta obra anota CMG: “Escribióse
este libro para realizar, por parte del autor,
un ideal predefinido” (p. 101). ¿Cuál
es ese ideal? En la suerte de ars
poetica de
las últimas páginas
Grünberg se diferencia de quienes “quieren
hacer poesía
y hacen versos”. Él se impone
una “más difícil
norma, / impregnar mis versos en el doble /
misterio de la vida y de la forma / ... / musicalizaré mis
emociones / dentro del pentagrama de la estrofa” (“Palabras” p.
70/71), credo que expresa las inquietudes martinfierristas
de experimentación
poética e introspección.
La revista Martín Fierro
La presencia de CMG en las columnas
de la revista Martín
Fierro fue tan breve como intensa,
y se proyecta sobre toda la primera etapa de
su obra, permitiendo ubicarla en el ámbito
de lo que se dió en llamar “la
generación martinfierrista”,
cuyas ideas rectoras estaban en consonancia
con posturas de Grünberg.
El martinfierrismo se declaraba en contra de
un nacionalismo vacío,
que exige ser proclamado, y a favor de la defensa
del idioma argentino. Partidarios de una “nueva
sensibilidad” —en
consonancia con el ultraísmo de
Cansinos Assens— promovían una
renovación
vanguardista mediante la experimentación
literaria. A diferencia de la gente de Boedo,
que se expresaba a través de Los
Pensadores y
de Claridad y se
proponía una literatura para
la revolución, la gente de Florida,
cuyos órganos
eran Proa y Martín
Fierro, se proponía
una revolución para la literatura,
apelando a un humor irónico, revulsivo, “el
humor martinfierrista frente al malhumor
obrero” para
decirlo en las palabras de Borges [16].
En los pocos
meses que van de febrero a octubre de 1924
aparecen en la revista Martín
Fierro una docena de colaboraciones
de Grünberg, de muy diferente índole
y firmadas de diverso modo, dando testimonio
del abanico de temas que lo inquietan y de
la variedad de tonos que utiliza. Con su nombre
y apellido publica un largo y enjundioso ensayo
titulado “Un
gramático” [17],
una irónica “Carta abierta” polemizando
con Samuel Glusberg [18], algunos pensamientos
que titula “Ingruencias” —o “Incongruencias”—
y algunos textos de su poemario El
libro del tiempo de inminente
aparición. Tras el seudónimo
Monsieur Homais que José Luis Trenti
Rocamora atribuye a CMG [19] aparecen tres
textos tocados por ese militante humor tan
caro al espíritu martinfierrista. El
primero sugiriéndole al intendente porteño
la instalación de mingitorios públicos
para damas, el segundo comentando irónicamente
algunas de las presentaciones literarias al
Concurso Nacional, y el tercero, una “Balada
con firmeza” [20], “terrible
sátira a Ricardo Levene (...) Por entonces
Levene ejercía el profesorado en La
Plata, donde Grünberg estudiaba”.
[21]
Trenti también atribuye
al joven Grünberg
algunos de los famosos “epitafios” del “Cementerio
de Martín Fierro” firmados
con las iniciales CG o CMG. [22] De ser cierto
sería suyo el más celebrado de
esos textos: “Yace
aquí Jorge Max Rhode / dejadlo dormir
en pax / que de este modo no xode / Max” y
también el que le sigue: “Yace
aquí Miguel
Camino / versificador culpable, / a quien
convirtió el destino / en
camino intransitable” [23].
El nombre de CMG es incluído
por ese entonces en las listas de integrantes
de MF y mencionado en diferentes trabajos
acerca de ese movimiento [24]. Particularmente
vívido es el
recuerdo que traza Alvaro Guillot Muñoz:
En el local de Martín
Fierro, allá en el invierno de
1927, por primera vez oí hablar de Carlos
M. Grünberg. En aquellas horas de esparcimiento
o de vagabundeo literario, a través
de las conversaciones cruzadas, salpicadas
de paradojas, los escritores y los artistas
de aquel cenáculo desaparecido, manifestaban
excelente buen humor para librar una nueva
batalla en la milenaria “Querella de
los Antiguos y los Modernos”. De
pronto se habló de cultura hebraica,
del teatro de Israel, de la novela semita
y de los poetas judíos. Dos nombres
mantuvieron viva la atención de todo
Martín Fierro: André Spire,
combativo y áspero desde el ghetto
de Nancy, y Carlos M. Grünberg, refinado
y mordaz desde el gheto de Buenos Aires.
Hubo elogios categóricos para Les
Poémes Juifs y para Las
cámaras del Rey. “En
Grünberg hay un israelita y un criollo
de pura cepa”, exclamó alguien
en esa rueda en la que campeaba una crítica
aguda, sin atadijos inhibitorios. Y, como
Spire y Grünberg estaban sobre el tapete,
bajo la luz nimbada por el humo de los cigarrillos
más heterogéneos, hubo loas
a La Cité Présente y
a El libro del tiempo. (...) Vale
la pena destacar que Grünberg estuvo
vinculado a Martín Fierro desde la
fundación de este grupo de intelectuales.
[25]
El libro del tiempo
El
libro del tiempo, segundo
poemario de CMG, apareció apenas
dos años después de Las
cámaras del rey. Resulta
significativo que habiendo sido “edición
de autor” su primer poemario, el
segundo lleve el sello de M. Gleizer, editor
de las primicias de quienes serían
luego las grandes figuras de las letras
argentinas, de Jorge Luis Borges a Macedonio
Fernández, de César Tiempo
a Eduardo Mallea, de Samuel Eichelbaum
a los hermanos González Tuñón.
Con
su título, El libro
del tiempo, y su epígrafe
tomado del Timeo de Platón: “El
tiempo es la imágen móvil de la eternidad”, esta
obra preanuncia desde su tapa misma el tono filosófico de los textos
que lo integran [26]. Dice en su poema introductorio: “Cárcel
de llanto, cárcel de amargura / es
la del tiempo, donde el hombre vive; / pero él,
rebelde, en su dolor, concibe / la negación
del tiempo y la procura. // Para ello elige
de entre el mundo externo / una forma fugaz
y la fascina; / y de este modo, que es el
arte, inclina / lo temporal, si cabe, hacia
lo eterno /.../ el arte, lector, es el hechizo
/ con que se fija la fugacidad; / con que
yo, por ejemplo, inmovilizo / el móvil
tiempo y lo hago eternidad” (p. 10/11).
El
primer ciclo poético de este libro
se titula “Relojes”, tema
que se conjuga con el del tiempo como materia de
reflexión y con el relojeril oficio
del padre del poeta, aunque los relojes que
elige cantar —de sol, de arena, de agua—
no son precisamente los que pasan por las manos
de un relojero.
No
sólo el tiempo protagoniza
estas páginas,
también lo hace el espacio, un espacio
cósmico, grandioso y desierto: “Lánzase
a mí la luz del infinito / y yo a
la luz me lanzo en mi caballo. // ¡Cómo
diré lo que me pasa dentro / del noble
corazón en esta hora /
en que en el universo hemos la aurora / y
yo salido a nuestro mutuo encuentro!” (“Aurora
en la pampa”, p. 27/28). También
la ciudad se le aparece a CMG como un paisaje
imponente y desierto: “Echan
los focos luz desde lo alto; / y se diría,
desde la dócil hoja / de agua que
moja el regular asfalto, / que ella también,
pero en la luz, se moja. /.../ Del cielo
claro y a la par sombrío, / vuelcan
así las aguas nebulosas
/ un desatado, interminable río /
al través de tinieblas pavorosas;
// y, hasta que enjugan su raudal sonoro,
/ sufro en el alma con dolor profundo, /
pues se me antoja, aunque la causa ignoro,
/ que está lloviendo sobre
todo el mundo” (“Noche
de lluvia”, p. 34/36). Ciudad provocadora
de imágenes, sensaciones
y sentimientos la de Grünberg,
pero desprovista de gente; él sería
un único habitante
de una ciudad abstracta, bastante distinta
de la que habita, por ejemplo, un César
Tiempo para quien la ciudad es la gente que
la puebla.
En ese mismo
tono de grandiosidad cósmica
resalta una dura “Imprecación” a
Dios: “Sobrehumano
Señor: yo te maldigo / por el ser
deleznable que me diste; / toda la Creación
será testigo / de la injusticia que
conmigo hiciste. // Me sepultaste en este
bajo mundo / para que conociese la amargura;
/ para que desterrado en mi profundo / abismo
viese tu estrellada altura. /.../ La eternidad
es mi constante anhelo; / la eternidad es
mi ansia inextinguible; / ¡y todavía
me pusiste el cielo / para que en él
la viese inaccesible! // Por tu arbitrariedad,
Señor, le falta / al hombre todo
lo que a ti te sobra; / ¡en tu mansión
esplendorosa y alta / puedes sentir vergüenza
de tu obra!” (p. 51/52).
Este
iracundo enfrentamiento personal con Dios
constituye el ejercicio de un paradojal
ateísmo
que CMG acentuaría en sus futuros poemarios
y que forma parte de su concepción judía
de mundo. Esta es una de las escasas referencias
judaicas de este libro [27] que cierra un
ciclo en la obra de Grünberg.
Intermedio familiar y profesional
En un
poema del Libro
del tiempo dice CMG “Yo
escondo en mi silencio una palabra / maravillosa
por su gran dulzura; / están en
mí el decirla y el que se abra /
un abismo, al decirla, de ventura” (p.
80), palabra clave reservada para la mujer
amada, “Pero
quizá... ¡pero quizá no
venga! / ¡Quizá tropiece yo
con el capricho / de un genio adverso a
mi palabra y tenga / que irme del mundo
sin haberla dicho!” (p. 82).
La esperada mujer llegó,
y en 1928 Grünberg
contrajo enlace con ella, con Adina, su compañera
y amiga para toda la vida [28]. Instalan su
hogar en el segundo piso de la casa en cuya
planta baja funciona la relojería del
padre de CMG. En aquel mismo poemario había
dedicado Grünberg una “Oración” a
su padre, cuya última estrofa decía: “¡Gracias,
padre y señor; y que en florida /
vejez compuesta de años venturosos,
/ vuelvas a ver tu casa embellecida / por
hijos míos
fuertes, numerosos!” (p. 61).
Al año siguiente nace su primogénita,
Elisabet, y unos años
más tarde los mellizos Noemí y
Daniel.
En la segunda mitad de
los años ‘20
CMG prácticamente no publica textos
literarios nuevos, concentradas todas sus energías
en la consolidación de su vida familiar
y profesional.
En 1926 finaliza el Profesorado
de Filosofía
y Letras, en el Instituto de Filología;
en 1929 publica Dos
ensayos filosóficos.
En 1930 se gradúa como abogado
y ese mismo año aparece Cinco
estudios de derecho sucesorio,
obra jurídica firmada conjuntamente
con Juan Carlos Rébora. En
su prólogo dice el
dr. Rébora que la concreción
de esa obra fue producto de su encuentro con
Grünberg,
de la feliz circunstancia de “haber
obtenido la cooperación de un investigador
tan joven como era necesario para convenir
en una orientación, tan maduro como
lo requería la eficacia, tan concienzudo
como lo exigía la recíproca
confianza, y tan dotado de vocación
como para invertir su tiempo y energía
en especulaciones que tienen en vista el
progreso de las ciencias jurídicas
más que una hipotética remuneración,
en el mejor de los casos, magra y tardía”.
[29]
Simultáneamente con sus
primeras tareas profesionales, CMG comienza
a dictar clase de Gramática Española
y de Historia de la Literatura española,
hispanoamericana y argentina, en un par de
escuelas
secundarias. Esta tarea constituye por entonces
su principal fuente de ingresos. También
en ese ámbito se lo recuerda apasionado,
el “más encendido, más
dispuesto a la polémica” [30].
Respetuoso de los estudiantes y rechazando
las imposiciones, su tarea docente terminaría
abruptamente a mediados de los años ‘40 por
negarse a enseñar La
razón de mi vida de
Eva Perón a sus alumnos.
Los años treinta
En su portada El
libro del tiempo daba
cuenta de que su contenido correspondía
a una “Primera serie” de
versos, y anunciaba en preparación una “Segunda
serie”,
también otro poemario, Introducción
a la vida feliz,
y una novela, Débora.
Nada de esto se concretó.
Sobre el fin de los años ‘20,
en junio de 1929, publica CMG “Romance
de los besos ilegales” [31] que
pertenece todavía a su período “martinfierrista”;
un año más tarde otro poema, “Rabí Josué” [32]
testimonia el comienzo del momento más
singular de su obra, el que encontraría
expresión en su Mester de
Judería.
El pasaje de fines de
los años
veinte a comienzos de los treinta traza en
la obra de CMG —y no sólo en la
suya— una linea de quiebre que separa
nítidamente dos épocas,
en coincidencia con la crisis mundial del ‘29,
el golpe uriburista del ‘30
y el comienzo de un tiempo infame que vería
el ascenso del nazismo en Europa y la prepotencia
de sus voceros argentinos. El poeta César
Tiempo, que inaugura la década con la
nostálgica alegría de su Libro
para la pausa del s ábado [33]
abandona en 1935 el tono cordial de su poesía
para denunciar a toda voz, con furia e ironía,
el antisemitismo del director de la Biblioteca
Nacional [34].
Si hasta las vísperas
del ‘30 la
cuestión judía ocupaba una zona
marginal en la tarea literaria de Grünberg,
a partir de los comienzos de esta década
este tema se ubica en el centro de su obra.
En un ensayo publicado por entonces plantea
CMG las diferencias que encuentra entre los
que llama “judíos
antropológicos”, aquellos cuya
judaicidad se reduce a un origen familiar,
y los que denomina “judíos psicológicos”,
definidos por una serie de características
que Grünberg detalla,
trazando puntualmente su propio retrato espiritual:
... No lo
reconozco por judío
si no descubro en él
un individualismo ardiente y apasionado,
un agudo instinto de la personalidad propia
y ajena, una orgánica irrespetuosidad
para con todas las jerarquías
(especialmente la militar y salvo la intelectua),
una inquietud perenne, un espontáneo
lirismo doloroso, una tristeza bufonesca y
una alegría
gemebunda, un vivo sentimiento de la familia
y de la igualdad de los sexos, una fe sin
reservas en el progreso científico,
una activa conmiseración
por el menesteroso, el huérfano y
la viuda, un vibrante anhelo de justicia
social, un don de síntesis arrollador,
un fervor lógico que no
se pare ante las últimas consecuencias,
una sagaz inclinación
por la crítica triturante, una innata
aversión por las ideas
hechas, un monoteísmo intransigente
o un ateísmo bondadoso, una
visión cosmopolita de las cuestiones
nacionales, una independencia insobornable,
una valerosa conformidad con su estirpe (valerosa
conformidad que, al primer amago antisemita,
se desmelena en bélica petulancia),
en fin, muchas o algunas de las cualidades
arquitectónicas del espíritu
judío. [35]
Es en este
espíritu que Grünberg escribe a
lo largo de los años ‘30 los textos
que van a integrar su Mester de
Judería publicado
en 1940, estando ya en plena desarrollo la
trágica y ominosa Segunda Guerra Mundial.
Mester de Judería
Dieciséis años
separan de El libro del
tiempo,
su anterior poemario, este Mester
de Judería, obra cumbre
de Grünberg, comprometida apasionadamente
con la defensa del diferente, del otro, y con
la reivindicación de su propia otredad.
A partir de su título CMG se define
maestro cantor de la judería, aludiendo
a la tradición de los maestros cantores
medievales españoles —con sus
mester de juglaría y de clerecía— con
lo que legitima, como observa Leonardo Senkman, “una
inequívoca filiación española
al mismo tiempo que rinde homenaje al linaje
hispano-hebreo de sus ancestros, por más
que personalmente tenga origen ashkenazí,
igual que Gerchunoff”. [36]
También son de origen
ashkenazí César
Tiempo y Enrique Espinoza, y también
ellos se someten a través
de su lenguaje a esa “peculiar fascinación
hispano-hebrea que sentían estos intelectuales
judeo-argentinos” [37]. A
lo largo de las páginas de su Mester —particularmente
en su poema “Sinagoga” (p. 66-78)— con
su “léxico
arcaizante (...) busca Grünberg textuarse
en un castellano de los siglos XV y XVI.
Algunos de sus adjetivos y sustantivos exhuman
costumbres y hábitos
de la tradición hispano-hebrea más
gloriosa, tanto de la España
musulmana como cristiana. Por ejemplo, adafina,
aljama, almacabra, almemor, almenar, alquiperacita,
bulbul, cenceño, desmazalado, efod,
gálbano,
hacán, gehena, judezno, máncer,
masoreta, mihrab, nabí,
nazareo, neomenia, osario, parasceve, proseuca,
puntar, retajador, sabtario, sabatizar, sobejo,
timiama, treno”. [37]
Particularmente significativa
es la valoración
de Jorge Luis Borges, desde su prólogo, de la oportunidad y argentinidad
de este Mester
de Judería:
En
las lúcidas
páginas de este libro, Grünberg
refuta con poderosa pasión los mitos
y las falacias que ese impostor (Hitler)
ha predicado al mundo. (...) Estos poemas
declaran el honor y el dolor de ser judío
en el perverso mundo increíble de
1940. (...)
Grünberg, poeta, es inconfundiblemente
argentino. Lo anterior no quiere decir que
trafique en nidos de cóndores o en
ombúes ni que en su estrofa sea frecuente
el general Rosas: melancólica imagen
de la patria. Quiere decir un vocabulario
determinado, ciertas costumbres sintácticas
y prosódicas. (...) Quiere decir una
límpida tradición cuyos nombres
más altos son Lugones y Ezequiel Martinez
Estrada. (...) Como todos los libros importantes, éste
de Carlos M. Grünberg lo es por múltiples
razones. Lo es como documento legible y lúcido
de este aciago “tiempo de lobos, tiempo
de espadas” cuya bárbara sombra
continental —y quizá planetaria—
vastamente se cierne sobre nosotros. Lo es
por su precisión y por su fervor,
por su álgebra y su fuego, por la
armoniosa convivencia continua de la destreza
métrica y de la delicada pasión.
Lo es por el alma irónica y valerosa
que declaran sus páginas (pp.
XI/XVI).
Libro poderoso,
de una fuerza y armonía que se imponen
al lector; de una furia y un dolor acordes
con los trágicos años en que
fue escrito, Mester entreteje
en un segundo plano una suerte de saga vital
judía, que se abre con “Circuncisión”,
incluye luego poemas acerca de la niñez
(“Infancia”), el Bar Mitzvá
(“Vocación”), el
ser padre (“Desolación”),
y tras pasar por el “Sabat” [38]
y la “Sinagoga”, se cierra
con “Cementerio”.
“Circuncisión”,
el poema de Grünberg elegido para integrar
muchas antologías, es
una de sus creaciones más originales
y logradas, en la que coinciden el
poeta, el lingüista, el ironista. “Entre
la gente había
un hombre / que en español no tiene
nombre. // Según suicida y homicida,
/ lo trataré de circuncida...
//...// Sufrió en
su hora el sacrificio / y hoy circuncida
por oficio. // El sacrificio fue instantáneo;
/ fue casi un rayo subitáneo. // Cortó el
sobejo como un rizo / para volverte circunciso.
// Cortó el sobejo filisteo / para
trocarte en un hebreo. // Cortó el
sobejo porque eres / Judá ben Sion
y no Juan Perez. // Ahora sangras, lloras,
gritas. / Gritas con gritos israelitas. //
No grites más; no llores tanto / deja
tus gritos y tu llanto //...// Aún
ignoras, pobre crío, / que cuesta
sangre ser judío.
//...// Que cuesta sangre día a día,
/ del nacimiento a la agonía.
// ¡Que cuesta sangre y que con ésta
/ va la primera que te cuesta!” (p. 2-3).
Más allá del mencionado
alarde léxico que caracteriza el poema “Sinagoga”,
Grünberg
lo compuso, según el epígrafe
que lo encabeza, “con
motivo de los daños intencionales
producidos, a mediados de 1933 y 1934, en
los frontis de las dos principales sinagogas
de Buenos Aires”: “Voy
a la sinagoga / cuya limpia fachada / ha
sido alquitranada / por el racismo en boga.
/ Llegaré al edificio / y al encarar
el atrio / apreciaré el
perjuicio / causado al frontispicio / y más
al suelo patrio” (p. 66).
Argentina constituye una
protagonista central de esta obra. En su
poema “1916” [39]
le canta CMG: “Libertad
es un grito sagrado, / pero hay otro más
lleno de prez. / Quien exclama Argentina
ha exclamado / libertad y Argentina a la
vez” (p. 17) y
conclye con un notable brindis: “Que
prosperes pacíficamente.
/ Que jamás te salpique el pogrom.
/ Y que siempre repita mi gente: / ¡Al
gran pueblo argentino, salom!” (p.
21) [40].
“Argentino y judío,
no reniego / de lo argentino ni de lo judiego,
/ de mi argentinidad / ni de mi judeidad.
/ Antes bien a las dos me apego; / antes bien a su dualidad, / a su dúplice
realidad, / sutilmente me entrego / para que no se trunque mi personalidad” (p.
121/122). Estos versos corresponden a “Mestizo”,
texto que resume desde su título mismo
una de las ideas centrales de estas páginas,
la del respeto plural por la diferencia propia
y la ajena. Comenta Darrell B. Lockhart en
el estudio que le dedica:
La conceptualización
de Grünberg
del mestizo judeo-argentino,
subvierte un término común
de la cultura latinoamericana para presentar
el componente judío de manera
menos chocante. Mestizo es
el término usado para identificar
a latinoamericanos descendientes de una mezcla étnica
hispano-indígena. Usado metafóricamente
, el término connota lo que el poeta
intenta expresar. Grünberg
no se refiere literalmente a un mestizaje étnico;
más
bien se refiere a un mestizaje cultural
entre los códigos
de significación hispánicos
(argentinos) y la identidad sociocultural
judía. [41]
CMG reivindica
su doble amor crítico por lo argentino
y por lo judío ubicándose en
los márgenes de ambos. “Mis
propios correligionarios / abominan de mi ateísmo
/ y nuestros ruines adversarios / aborrecen
mi judaísmo. // Mis compatriotas reaccionarios
/ detestan mi igualitarismo / y los más
revolucionarios / menosprecian mi argentinismo” (p.
140) y hace del antirracismo una bandera: “Los
negros son nuestros iguales / aunque muchos
digan que no. / Entre el negro más negro
y yo / no hay diferencias esenciales. // Todo
negro viril y franco / tiene amor a su raza
negra / y siente y dice que se alegra / de
ser negro en lugar de blanco” (p. 83). Tal
como rechaza el ultranacionalismo argentino,
reniega de los dogmas de la fe judía, “Y
sin embargo ¡vaya si soy un buen judío!
/ ¡Vaya si soy un brote del árbol
de Israel!” (p.108). Y agrega “Bendita
seas, cosa judía, / luz refulgente y
esplendorosa, / maravillosa filosofía,
/ sabiduría maravillosa. //...// Por
ti me yergo. Por ti me alzo. / Por ti descubro
todo lo oblicuo. / Por ti me choca todo lo
falso. / Por ti me hiere todo lo inicuo. //
Por ti me alejo de la impostura. / Por ti me
aparto de la bajeza. / Por ti comulgo con la
cordura, / con la justicia, con la belleza.
// Por ti me río de las sandeces / y
estupideces de mucho ismo. // Por ti me río
no menos veces / de las sandeces del judaísmo” (p.
109/110).
La ironía, uno de sus
recursos predilectos, le sirve a CMG para mitigar
algo la amargura de sus reflexiones: “En
vano esperas horas mejores, / días
serenos, años felices. / Los
hombres guardan a sus rencores / mayor apego
que a sus narices” (p. 58). “Tres
o cuatro cristianos y otros tantos judíos
/ han sido en lo pasado nobles amigos míos.
/ Los he querido mucho, pero mi mala suerte
/ los puso a todos, tiernos, en manos de
la muerte. // Tres o cuatro judíos
y otros tantos cristianos / han sido amigos
míos también, pero villanos.
/ No están en el gehena; no están
en el infierno. / Viven. ¡Qué digo
viven! Tienen algo de eterno” (p.
129).
Dios, en quien Grünberg
declara no creer, es uno de los destinatarios
privilegiados de sus amargas ironías: “Dios
es siniestro, torvo y sombrío. / A
los virtuosos da vida y muerte trágica
o triste. /A los canallas ceba o ahita de
poderío. / Dios es perverso.
Dios es hereje. Dios es impío. / ¡Bah!
Dios no existe” (p. 88). “Dichosos
los Ibáñez y los Yáñez,
/ los Gómez, los
Rodríguez y los Núñez!
// ¡Ah cómo lucha
el que se llama Ñevsky, / Poplavsky,
Jaroslavsky o Nemirovsky! // Pero Jehová no
otorga un privilegio / sin subsanarlo por
algún efugio.
// Obra con tan sutil maquiavelismo, /
que cuando favorece es por sarcasmo. //
Si te da catre no te da sustento. / Si
te hace millonario te hace tonto. // ¡La
vida de los Perez es más fácil,
/ pero su eternidad es más difícil!” (p.
54). “He
quedado aplazado para la otra vida. / ¡Y
yo que tengo un alma, Señor, tan
descreída” (p. 53).
El antisemitismo que descubre
por las calles de la Argentina en esos siniestros
años ‘40
hacen de Grünberg
un hombre profundamente escéptico: “Sabes
que el mal es eterno; / que el mundo será un
infierno /.../ que mientras haya israelitas
/ hozarán antisemitas; / que el pogrom
es inmortal; / y que en él,
tarde o temprano, / caerán bajo algún
villano /.../ si no tú mismo,
tus hijos; / si no tus hijos, tus nietos;
/ si no tus nietos, tu prole” (p.
86). El lingüista marca algunas precisiones: “¡No
somos perseguidos!
Nuestros perseguidores / nos hacen el endoso
de su persecución; / la
mudan —impudentes prestidigitadores— /
de sus perversas manos a nuestro corazón.
// ¡Estamos perseguidos! ¡Estamos
perseguidos!
/ Lo estamos en la calle y en la universidad.
/ Lo estamos por bandidos; por hatos de
bandidos; / por el género humano;
por la humanidad” (p. 84).
En
este tema, el reflexivo CMG da curso libre
a su indignación y su lenguaje de hombre
limpio se enturbia para expresar su repugnancia
—como al retratar al gran carnicero nazi
(p. 79/80)—
o para llamar a la autodefensa frente a los
antisemitas locales: “Venid. Oíd
la grita. / La grita antisemita. / Venid.
Sólo
los necios / aguantan los desprecios. / Romped
con los garrotes / la crisma de los zotes.
/ Quemad con los fusiles / el rostro de los
viles. / Mostrad vuestra conciencia. / Mostradla
con violencia. /.../ Raed del universo /
la lepra del perverso. /.../ Y acaben los
judíos
/ que esgrimen el salom. / Y advengan
los bravíos / que ahorquen el pogrom” (p.
101/102). “Los
malos vuelven. Son como el cáncer.
/ Pero ¡qué diablos! Sal
de tu inopia. / Junta tus fuerzas y acaba
al máncer.
/ Hazte justicia por mano propia. //
Mata al canalla que te moteja. / Córtale
el cuello. Basta de grita. / ¿O
aún
aguardas que te proteja / tu dios judío
y antisemita?” (p. 60/61). Expresiones
de Grünberg que recuerdan la indignación
de un Bialik llamando a reaccionar contra los
pogromistas rusos.
Acerca
del contenido de Mester
de Judería dice
Julio Noé: es un “libro patético
acerca del cual no hay otro que se le parezca
en nuestra literatura. Nada se intenta en él
que no sea decir el dolor y la indignación
del poeta que lo compuso” [42].
Borges dice en su prólogo: “Singularmente
original es el concepto de la rima que declaran
los poemas de Grünberg” (p. XIII).
Efectivamente, la experimentación con
diversas estructuras métricas, rítmicas
y de rima constituye un otro aporte de estos
textos poéticos. No obstante, su singularidad
deviene centralmente de ese tono y contenido
que ya señalamos.
Narración de Pascua
Los dramáticos años ‘40,
que CMG comenzó dando a luz su fundamental Mester
de Judería,
fueron para él años en los que profundiza dos experiencias, la
de traductor multifacético y la de redactor
de una revista de vida tan intensa como fugaz.
Componer poemas, cuentos o novelas
no son tareas necesariamente características del pueblo judío, en cambio traducir
sí lo es. Y no sólo porque el pueblo judío siempre respiró a
un tiempo en varias lenguas, y no sólo porque lo escrito en hebreo, ídish,
judezmo y demás idiomas judíos siempre necesitó de traductores
para trascender sus límites idiomáticos. Es una tarea judía
porque traducir implica interpretar, porque toda versión es un comentario.
Y si hay una tarea marcada por la impronta judía, de talmudistas y cabalistas
en adelante, es la del exégeta. “El judaísmo vivirá mientras
viva la interpretación” escribe
Santiago Kovadloff en un ensayo.
Grünberg, hombre enamorado
de las lenguas, comenzando por la propia, el
español [44], poseía el
don de traducir. Dotado de oído para
percibir los matices de las lenguas, tradujo
a Enrique Heine del alemán [45], a Humberto
Saba del italiano [46], a Daniel Pasmánik
del francés [47], a Juda León
Magnes del inglés [48], a H. Leivik
del ídish
[49] y del hebreo “El
Gloria” [50], “La plegaria del
cántico” [51]
y partes del Génesis [52]. Pero su traducción
más importante,
y también la más controvertida,
fue la Narración
de Pascua [53], versión del
hebreo y del arameo de la tradicional Hagadá de
Pésaj.
Producto de un trabajo al que
dedicó varios
años [54], ésta traducción
del milenario texto pascual, aparecida en 1946,
fue elaborada siguiendo fielmente un original
criterio que su autor explicita así en
el prólogo:
Deseoso de realizar una traducción
ciéntífica
y objetiva, no artística y subjetiva,
y beneficiando la maravillosa flexibilidad
sintáctica y las infinitas posibilidades
del español,
he vertido la Narración palabra
por palabra, conservando a cada vocablo original
su lugar de orden en la oración, su
función
oracional, su significado etimológico
y su unidad, singularidad o autonomía,
y conservando con esto último a cada
oración original su número
de palabras y su laconismo primitivo. Debo
añadir que he vertido la
prosa en prosa y el verso en verso, que he
vertido cada verso por un solo verso y que
también al verter el verso he seguido
escrupulosamente mi método
de traducción. Se preguntará cómo
he conseguido que el verso castellano, con
su ritmo, con su metro, ya que no con su
rima (la rima falta casi siempre en los propios
versos del original, constara a despecho
de tanto obstáculo opuesto a ello.
Cábeme responder que lo he
conseguido valiéndome de recursos
obvios, que el lector descubrirá sin
dificultad, y principalmente de estos dos:
el uso del arcaísmo —de
la voz arcaica o del giro arcaico— y,
en los frecuentes casos en que el verbo copulativo
hebreo está elíptico o tácito,
la colocación
discrecional del verbo copulativo castellano
mediante el cual, como única
excepción a la regla de no agregar
palabra, lo traduzco y lo restablezco. [55]
Esta forma
de traducir un texto sagrado se corresponde
con la que solían utilizar los maestros
sefaradíes para enseñar la Biblia
hebrea a sus alumnos, vertiendo literalmente
palabra por palabra el texto original hebreo
a una lengua que el profesor Haim Vidal Sephiha
llama judeo-español calco o
ladino, diferenciándola del judeo-español
vernacular o judezmo. Esta última
sería la lengua coloquial de los judíos
descendientes de los expulsados de España
por la Inquisición, mientras que el judeo-español
calco, por su traslación literal
de léxico y sintaxis hebraicas al español,
no constituía una lengua hablada ni
hablable.
La interesante versión grünberguiana
de la Hagadá es producto de la investigación léxica que
hace CMG para dar en las antiguas arcas del castellano con términos
equivalentes a los del original hebreo y arameo, y la organización de
esos términos según la estructura de estas lenguas, produjo en
español un texto más erudito que literario, con momentos de gran
hermosura y otros más aptos para ser disfrutados por estudiosos que
para ser leídos en la mesa pascual por el común de las gentes.
La revista Heredad
A comienzos de 1946, el mismo
año en
que ve la luz la Narración
de Pascua, y también
bajo el auspicio de la Fundación para
el Fomento de la Cultura Hebrea, aparece en
Buenos Aires Heredad, revista bimestral cuya
dirección
le es confiada a Grünberg. En su primer
número, tras señalar que la reciente
aniquilación de la
judería europea y de su cultura impone
nuevas obligaciones a los judíos
de las Américas, resume sus propósitos
agregando:
De
ahí esta
revista, que se propone contribuir al cumplimiento
de la tarea
o misión que hoy recae sobre el judío
americano; de ahí su
nombre de HEREDAD, que alude al factor mosaico
de nuestra civilización,
al factor judaico de nuestra cultura (...)
y de ahí sus dos secciones
principales, una antológica, donde
se retoma, y otra creativa, donde se
procura añadir. [56]
El primer número de esta
revista corresponde a los meses de enero-febrero
de 1946 pero su existencia solo se extiende
por algo más de un año, hasta
el número 15-16 correspondiente
a marzo-abril del ‘47. En total fueron
siete números de los que
cabe rescatar la calidad de sus colaboradores —de D.J.Vogelman
a Máximo
Yagupsky, de Abraham Rossenvaser a José Mendelsohn
y Boleslao Lewin—
y la de los autores traducidos, como Agnón,
Max Brod, Arnold Zweig, Opatoschu, Scholem
Aleijem o Péretz. Pese a la brevedad
de su existencia, habrá que tener en
cuenta Heredad cuando
se haga un balance de las publicaciones que
brindaron un aporte significativo a la cultura
judeo-argentina.
El primer representante de Israel
en la Argentina
El último tramo de los años ‘40
significaron para el pueblo judío la lucha por la constitución
de su Estado y por su reconocimiento internacional. En esos días
conmovedores que precedieron y siguieron al nacimiento de Israel, CMG tuvo
a su cargo una importante misión como jurista y como diplomático
en las Naciones Unidas primero y en la Argentina después. Grünberg
mismo lo relata así:
El 12 de agosto de agosto de 1948, el Director de la División
Latinoamericana de la Cancillería de Israel, D. Moshé A. Tov,
me designó Oficial de Enlace del Estado de Israel ante el Gobierno de
la Nación Argentina, y posteriormente, el 28 de febrero de 1949, el
Canciller de Israel, D. Moshé Sharet, me designó Representante
Especial del Estado de Israel ante el Gobierno de la Nación
Argentina.
El 14 de febrero de 1949, y
de resultas de mis gestiones anteriores,
realizadas como Oficial de Enlace, el Poder
Ejecutivo Nacional dictó,
en acuerdo general de ministros, el decreto
Nº 3668, cuyo art. 1º dice: “Reconócese
al Estado de Israel como Estado soberano”.
El trámite de este
decreto fue laboroso y difícil. La
República Argentina, que el
29 de noviembre de 1947, cuando la Asamblea
General de la Naciones Unidas adoptó la
Resolución sobre el Futuro Gobierno
de Palestina, se había abstenido
de votar, se demoró largamente en
reconocer a Israel. El 17 de febrero de 1949,
presidí, como Oficial de Enlace, una
ceremonia pública,
celebratoria del reconocimiento argentino
del Estado de Israel, que tuvo lugar en la
sede de la Oficialía de Enlace, situada
en la calle Larrea Nº 744,
y en cuyo transcurso enarbolé, junto
a la bandera argentina, la bandera israelí. [57]
Este es un
hecho casi olvidado: Carlos M. Grünberg
fue el primer Representante del Estado de Israel
ante el gobierno argentino, y también
el primero en izar la bandera israelí en
Buenos Aires. Tras la llegada del primer Embajador,
D. Jacob Tzur, CMG fue designado Consejero
Honorario de la Embajada de Israel en Buenos
Aires [58].
Una acotación interesante:
El interés
de Grünberg por la carrera diplomática
no comenzó en 1947.
Según se consigna en un trabajo de Ignacio
Klich y Gladys Jozami [59], en marzo de 1928
CMG se incorporó como supernumerario
al Ministerio de Relaciones Exteriores argentino,
con la intención de acceder a la
carrera diplomática. Pero esa permanencia
de Grünberg en la cancillería
duró muy poco, presuntamente porque “la
identidad judía
de Grünberg (y su posible filiación
de izquierda) quedaron al descubierto cuando
sus antecedentes policiales fueron remitidos
a la cancillería:
aquel cuyo segundo nombre era Moisés
(en la ficha de ingreso a cancillería
como en el pedido de informes, sólo
consta la incial M) había
compartido la opinión de Servando
Vlidimirsky, un compañero de
escuela secundaria ‘de nacionalidad
ruso’, quien se expresó ‘en
forma despectiva y violenta contra el símbolo
de la patria’ el
20 de mayo de 1919, es decir pocos meses
después de la Semana Trágica.
Desconociéndose si este informe fue
el que impulsó a Grünberg
a abandonar la idea de una carrera diplomática
argentina, no es descabellado suponer que
con el clima imperante su estigmatización
como izquierdista le habría cerrado
las posibilidades de avance en ese Ministerio.
A decir verdad, tal antecedente policial
no puede haber causado buena impresión,
sea bajo un gobierno radical o el primer
gobierno peronista, cuando Grünberg
actuaba como agente de enlace del Estado
de Israel, y la cancillería
solicitó informes sobre este representante
irreconocido”. [60]
Junto a un río de Babel
Grünberg
pensaba titular Nuevo
Mester de Judería [61] su cuarto poemario, dándolo
como continuación de su Mester
de Judería aparecido
en 1940. Pero entre uno y otro había
corrido un largo cuarto de siglo, surcado de
momentos dramáticos, en especial la
Shoá y el nacimiento
de Israel. Junto a un
río
de Babel,
el título
finalmente elegido por CMG para su obra, de
alguna manera da cuenta de ambos hechos. Por
una parte, pueden percibirse resonancias de
la tragedia judía
de los años ‘40 en la atribulada
atmósfera del Salmo a
que alude este título [62]. Por otra
parte, llevando al singular “los
ríos de Babel” con que
se inicia en la Biblia el Salmo 137
—citado en la portadilla del libro— CMG
alude al porteño Río
de la Plata cuyas orillas diaspóricas,
babilónicas, según
explicita en varios poemas, no piensa cambiar
por las del Jordán, pese
a su hondo vínculo con el recién
nacido Estado de Israel [63].
Obra de madurez,
en Junto a un río
de Babel Grünberg privilegia la lógica y la ética
por sobre la forma, utilizando un idioma despojado,
casi coloquial, que sin perder riqueza está lejos de los barrocos
alardes de erudición
que caracterizan muchas de sus obras anteriores. “El
periplo que marca la transición de Mester
de Judería (1940)
a Junto a un Río de Babel (1965)
decanta no sólo
una escritura poética que va perdiendo
la fascinación castiza
del español tan caro a los judíos
de su generación (el
Gerchunoff de La jofaina
maravillosa,
por ejemplo) sino también
se despoja de otras ilusiones y espejismos”.
[64]
Marcados
por la experiencia del Holocausto y por la
del tan auspicioso como dramático nacimiento
del estado de Israel [65], los de Junto
a un río de Babel son
poemas más apegados a la reflexión
y a una amarga ironía que
a la metáfora. “El hombre
mejora / la naturaleza. / Le añade
lo suyo: / justicia; belleza. // Reforma
y rehace / toda la creación;
/ muda el campo en campo / de concentración” (p.
15). “Dios
no es un viejo riguroso, / sino una niña
dulce y cruel. / La niña
tiene una muñeca. / Le ha puesto
el nombre de Israel. // Ya la viste, ya
la desnuda. / Ya le da un beso, ya un trompón.
/ Ya la mece y la arrulla tierna, / ya
la rompe de un manotón” (p.
48). Textos breves, de aliento nervioso,
la mayoría de una sola estrofa. “Hoy
no está mi corazón / para
poemas extensos. / No lo está para
escribirlos; / no lo está para leerlos” (p.
246).
Dice
Leonardo Senkman en su notable La
condición judía en la literatura argentina: “Si
el judezno de aquellos años del nazismo y la guerra europea
se sentía vapuleado por los antisemitas nativos y extranjeros
hasta hacerle gritar de dolor y de furia, ello no fue suficiente para
hacerle sentirse extraño en la Argentina. En cambio, el poeta
de los años 60 ya
no compone blindados sonetos de batalla ni de honor ultrajado. Más
bien urde un lamento de medio tono, la elegía del exiliado de
ambas patrias, de la madre patria y de la de nacimiento, como dice”.
[64]
Analizando
otro plano, añade
Senkman: “Dentro de este nuevo espacio
existencial e ideológico hay que leer
ese desgarrado lamento de Junto
a un río de Babel, escrito por un
judío que se siente, de pronto, extraño
en la Argentina y un exiliado en Israel”. [66]
“En mi
patria —tierra / de la vidalita,
/ pero no del salmo— / soy un extranjero. // Y en mi madre patria / —suelo
de profetas / pero no de gauchos— / también lo sería.
// Y en el otro mundo / —que muero negando—, / si allá desemboco,
/ también
lo seré” (p. 137). “Con argentinos gentiles, / subargentino;
/ con judíos israelíes, / subjudío” (p. 140).
“La Tierra no se compone
/ de Sion y expatriación. / Toda la
Tierra es destierro; / destierro es la misma
Sion” (p. 144). La ironía nunca
duerme en la palabra de este extraño
desterrado profesional: “Hace dos mil
años
/ que me esperas, Sion. / Y ahora me llamas.
/ Y en toda ocasión. //
Pero ¿puede un árbol / marchar
hacia ti? / Ya no soy un hombre; / he arraigado
aquí. // Cuando vuelva a serlo, /
me recobrarás.
/ Tienes que esperarme / dos mil años
más” (p. 135).
CMG ya es nítidamente,
en Junto a un río de Babel,
ese hombre que se presentaba a sí mismo
en “Un diferente y su diferencia” [67]: “Yo
quiero a mi patria y a mi madre patria. /
Dos lealtades tengo. / Mil y una lealtades.
/ Lealtades sin cuento. / Quiero a mis parientes
/ y a cualquier ajeno. / Quiero a mis vecinos
/ y a los forasteros. / Y a los provincianos
/ y a todo porteño. / Y a mis compatriotas
/ y a los extranjeros. / Y a los blancos
/ y a los negros. / Y al creyente / y al
ateo. / ... / Y a los sanos / y al enfermo.
/ Y al dormido / y al despierto. / Y al poeta
/ y al herrero. / Y al alumno / y al maestro.
/ Y al patrono / y al obrero. Y al profano
/ y al experto. / Y a los niños
/ y a los viejos. / A todos los hombres.
/ A todos los quiero” (pp. 181/184),
y agrega en la página siguiente: “Yo
debo de ser un monstruo, / debo de serlo
dos veces, / pues quiero a mis semejantes,
/ quiero a todos mis congéneres,
/ y de entre ellos quiero más, / mucho
más, no mucho menos, /
a los más desemejantes, / a los más
heterogéneos” (p. 185).
La capacidad grünberguiana
para sumar afectos y para integrar ese par
de grandes amores suyos, lo judío y
lo argentino, posiblemente encuentre su más
alta expresión en uno de los últimos
poemas de Junto a un río de Babel: un soneto
—uno de los más hermosos de la
literatura argentina y, tal vez, de la lengua
castellana— compuesto por Grünberg
en 1950, bajo el impacto de la repentina muerte
de Alberto Gerchunoff, su amigo y maestro:
Somos,
Alberto, la sección hispana / de los
nabíes
y de los rabíes, / que dobla en sus
ladinos otrosíes / la unicidad
jerosolimitana. // Somos la cuadratura castellana
/ del círculo judío.
Sinaíes / en buen romance, Toras sefardíes,
/ salmos y trenos a la toledana. // Tú has
sido nuestro sumo sacerdote / y has mantenido
tu almenar celote / siempre encendido en
el turbión
opaco. // Te vas y por eterna sobreveste
/ nos dejas el taled blanquiceleste / que
usabas como poncho calamaco. [68]
El par de estrofas
que cierran esta obra resumen su espíritu
y el del hombre que la compuso: “He
envejecido trovando, / como un poeta cabal,
/ mas trovando, a lo profeta, / sobre el
bien y sobre el mal. // he trovado por decenios
/ y me conozco al final: / yo no siento otra
belleza / que la belleza moral” (p.
259).
Epílogo
Fue en la antigua casona de la
calle México,
en la vieja sede porteña de la Sociedad
Argentina de Escritores, durante la noche del
23 de noviembre de 1965, al finalizar la presentación
de Junto a un río de Babel,
su último
poemario. Varios escritores
(Juan José Ceselli, Marta Lynch,
Bernardo Ezequiel Koremblit, Ulyses Petit de
Murat, César Tiempo, Bernardo Verbitsky)
se habían
ocupado ya del libro y una actriz (Rosa
Rosen) había dicho algunos
de los poemas. Fue entonces que el autor, Carlos
M. Grünberg, leyó esas
dos carillas de apretadas lineas escritas a
máquina, que aún
se conservan, y que decían, sobre su
final, así:
Permítaseme concluir
confesando otro atributo integrante de mi
diferencia. Me refiero a mi horror por los
privilegios, empezando por aquellos que me
favorecen a mï.
Llamo privilegio al don inmerecido, al galardón
injusto. Hoy me remuerden y me obseden tres
privilegios.
Voy al primero. Suelo cultivar
la amistad de un zapatero que hace zapatos
de medida. Su oficio es tan útil y
tan necesario como el mío
y los zapatos que salen de sus manos son
verdaderas obras maestras. Sin embargo sus
zapatos se gastan con el uso. En cambio (y
ello siempre me ha parecido prodigioso) los
versos y las prosas, y por lo pronto mis
versos, no se borran del papel a medida que
se los lee. La palabra escrita sobre el frágil
y vulnerable papel dura más que
la tela del pintor, que el mármol
del escultor. No hay nada tan duradero
(o sea, con arreglo a la etimología,
tan duro, tan resistente) como la palabra.
Incluso a despecho de las peores circunstancias.
En la Edad Media se quemaron cuantos ejemplares
del Talmud cayeron bajo los ojos
de los fanáticos. Pero la Edad Media
ha transido y el Talmud ha sobrevivido.
Y aun antes de la invención de la
imprenta, y aun antes de la invención
de la escritura, el hombre arrancó a
los ritmos del lenguaje, con la invención
del verso, el secreto de la eternidad de
la palabra. Según la tradición
rabínica,
Yahvé creó el universo por
la Tora, para la Tora, con vistas a la
Tora, por amor a la Tora. Tora significa
doctrina, y más ceñidamente
la doctrina del Pentateuco, y más
ceñidamente el Pentateuco.
Y el Pentateuco ¿no es palabras?
Conque, según la tradición
rabínica, el universo es el pretexto
de un texto, el medio tendiente al fin
de la palabra, y la duración de
la palabra más cierta
que la duración del universo. Y
Platón enseña, en el Timeo,
que “el tiempo es la imagen móvil
de la eternidad”. ¿Cómo
no agregar que todas las demás cosas
están en el tiempo y que
la palabra es la eternidad, que la palabra
inmoviliza el tiempo y lo transfigura en
eternidad, que la palabra es la llave y
la esencia de la eternidad? No es verdad
que a las palabras se las lleva el viento;
la palabra es el viento del espíritu
que arrebata todos los vientos de la materia.
Y no es verdad que pueda escribirse en
la arena; siempre se escribe en la eternidad;
lo escrito, escrito queda.
Y voy al segundo privilegio. Sigo
comparándome con mi amigo
zapatero. Repito que su oficio es tan útil
y tan necesario como el mío
y que sus zapatos son verdaderas obras
maestras. Sin embargo sus zapatos jamás
han sido públicamente aplaudidos.
En cambio mis versos han recibido alguna
vez el aplauso público.
Y voy al tercero y último
privilegio. Al privilegio de este acto...
Junto a un río de Babel
fue premiado al año siguiente, en 1966,
por la Sociedad Argentina de Escritores
con su Faja de Honor, gracias
a que algunos amigos, sin que él
lo supiese, presentaron su libro. CMG nunca
lo había hecho ni sido premiado.
Poco después Grünberg enfermó y
el 25 de julio de 1968 falleció,
tal como él suponía, a la
misma edad que había muerto su padre,
65 años.
El cuerpo de Grünberg
fue incinerado y sus cenizas arrojadas por
su hijo al porteño Río de la
Plata. CMG se lo había encomendado en Junto
a un río de Babel: “Viejo
partidario / de la cremación,
/ te encomiendo, hijo, / mi incineración” (p.
207). Ya lo había anticipado antes,
en 1940, en el último poema de Mester
de Judería: “¡Viejo
tizón judío! ¡Tizón
expurgatorio! / Tienes la luminosa vocación
de la hoguera. // La religión
judía —que no es el judaísmo— /
proscribe seriamente las incineraciones.
/ La cristiana interdice, también,
las cremaciones. / En resumidas cuentas,
a mi me da lo mismo. // Lo he consagrado
todo, pero no espero nada. / Ni de mi propia
gente. Ni para mi ceniza. / para mi descastada
ceniza advenediza. / Para mi endemoniada
ceniza excomulgada” (p. 144).
“Su
caja estaba cubierta por una manta con un
Maguén David. Cuando la caja emprendió el
camino hacia la quemazón grité: ‘¡Todas
las palabras están congeladas!’,
queriendo decir que una vez que el dueño
de las palabras había muerto, ya ninguna
valía mada. Entonces César
Tiempo, que estaba a mi lado, me abrazó diciendo: ‘Las
palabras escritas, no’”. Esto
me lo contaba años más tarde
Adina, la viuda de Carlos Grünberg,
cuando la visité de la mano de un
entrañable amigo común, León
Herman. Corría noviembre de 1990 y
Adina, con sus 87 años, baja, robusta,
rápida, aguda, simpática, hermosa,
coqueta, nos recibió vestida de punta
en blanco.
“Carlos no dejó nada
inédito, —nos dijo— sabiendo
que su enfermedad era fatal, destruyó todos
sus manuscritos, incluso un trabajo en el que
venía
interesado desde hacía mucho acerca
del origen común de todas
las lenguas. Para desarrollarlo decía
necesitar un equipo de profesionales e internarse
en una biblioteca importante, pero nunca
pudo conseguir la gente ni el tiempo”.
[69]
Conversamos
largamente, disfrutando de su humor y de
su asombrosa memoria y yo prometí volver. Cuando volví a
esa casa del septimo piso de la calle Corrientes
fue para entrevistar a su hija Noemí.
Adina falleció totalmente lúcida
el 9 de noviembre de 1994. También sus
restos fueron incinerados y sus cenizas sembradas
en el ya familiar Río de la Plata, el
río
de Babel. [70]
Pero la poesía no muere. Así evoca
la casa familiar Noemí Grünberg en un poema todavía inédito:
Sólo yo abro las pesadas cortinas de la sala / las puertas
de cristales que separan / éste y
tu hábitat silencioso y solitario
/ donde crecía su magia la palabra
/ —tu lenguaje desnudo y condensado—
/ el ámbito sagrado de tu estudio,
/ los gastados sillones / las tacitas de
café sobre la mesa / el hermoso escritorio
de caoba / rebosando libros y papeles, /
las plumas de escribir y la Olivetti / —sólo
dos dedos tecleando tantos versos— /
los estantes de libros y más libros
/ —otras
vidas que cobijan nuestra vida— / los
cajones secretos, sus misterios / —el
olor a ficción que los habita— /
y padre que me mira por sobre sus gafas /
desde atrás de sus ojos / desde el
fondo / y siento la dulce proximidad de su
ternura / la brisa jugando en las cortinas
/ la lluvia que cae en el balcón de
Corrientes, / mi casa. / Todo en ésa
ciudad que duelo y amo / a la orilla de un
río que me vió nacer
/ y que no cesa...
* * *
Una confesión final: Yo tuve un muy
breve encuentro con Carlos M. Grünberg
allá a comienzos de 1958 gracias a César
Tiempo, quien me envió a entrevistarlo
para la página literaria del diario
Amanecer, pero
poco después ese diario dejó de
aparecer y aquella entrevista nunca se publicó.
Ya no recuerdo las preguntas ni las respuestas;
sólo retengo de ese encuentro la semiluz
y el hondo silencio de su gabinete, su rostro
serio, su palabra reconcentrada y precisa,
sin un asomo de seducción. Ya había
andado entonces su Mester
de Judería,
que a lo largo de todos estos años volví a
recorrer muchas veces, como lo hice luego con
su Junto a un río de Babel; también
sabía una cantidad de hechos y anécdotas
de su vida, de modo que cuando preparé el
plan de esta obra, yo creía conocer
a Carlos M. Grünberg. Pero cuando me sumergí de
veras en las entrelíneas de su obra,
cuando anduve los cuartos y rincones de su
vida a través de la mirada de quienes
lo conocieron, fui fascinándome, apasionándome
con este hombre tan complejo, tan puro y tan
entero. Estas páginas se proponen compartirlo;
rescatar la lucidez y el fervor, la entereza
y el compromiso, el aire y el oxígeno
de la poesía, de la prosa, de la vida
de Carlos M. Grünberg; compartir un retrato
espiritual cosechado a lo largo de unas conmovedoras
andanzas por entre los papeles, los libros,
los días y los recuerdos sembrados por
este hombre que hizo un culto fraternal del
respeto y del amor por el diferente y por su
diferencia.
____________
(1) *Gerchunoff,
Alberto. Los gauchos
judíos. La Plata, Argentina,
J. Sesé, 1910, 177 pp.
(2) *Ver en Senkman, Leonardo. La
identidad judía en la literatura
argentina, Pardés, 1983,
pp. 264/266, filiación hispano-hebrea
y heineana de Espinosa, Gerchunoff, Grünberg
y Tiempo,
(3) *Viñas, David. Literatura
argentina y política. De lugones a
Walsh,
Bs.As., Sudamericana, pp.145/146
(4) *César Tiempo. Mi tío
Scholem Aleijem y otros parientes,
pp. 48/49
(5) *Se reproduce en la presente obra
(6) *Eliezer Ben-Yehuda (1858-1922) escritor
y lingüista, es considerado el padre de
la moderna lengua hebrea y autor de su primer
diccionario. En 1890 fue uno de los creadores
de la Comisión de la lengua Hebrea,
antecesora de la Academia de esa lengua.
(7) *Ver en la presente obra
(8) *En el transcurso de esa “Semana
trágica” de enero de 1919, hubo
ataques a las barriadas judías por parte
de militantes nacionalistas protegidos por
la policía, dejando como saldo un muerto,
muchos heridos y una amarga sensación
de cólera e impotencia.
(9) * “El incidente del Colegio ‘Mariano
Moreno’.
(10) * “Una composición”, Vida
Nuestra 2:12,
1919, pp. 288-290. Ver en la presente obra,
pp......
(11) *Información obtenida por el Dr.
José Niborski
(12) *Junto con Alberto Gerchunoff, León
Dujovne, Salomón Resnick, Samuel Eichelbaum,
Bernardo Verbitsky, Marcos Satanovsky, Mauricio
Nirenstein y Gregorio Fingerman . Ver Senkman,
pp.450/451
(13) * Vida Nuestra 6:8,
1923, pp.184-188
(14) * Las cámaras del rey,
s/e, 1922, 100 pp.
(15) * (p.15/16) Indica la página del
libro en análisis en que se encuentra
el texto de que se trata
(16) * Ver: Salas, Horacio. El salto a
la modernidad (en Revista
Martín Fierro 1924-1927. Edición
Facsimilar), Fondo Nacional
de las Artes, 1995, pp. VIII/XV
(17) * Martín Fierro 3,
15 de abril de 1924, pp.5-8
(18) * Martín Fierro 7,
25 de julio de 1924, pp.9-10
(19) * Trenti Rocamora, J. L. Índice
general y estudio de la revista “Martín
Fierro” (1924-1927),
p.51
(20) * Martín Fierro 3,
15 de abril de 1924, p. 3
(21) * Trenti Rocamora, José Luis, op.cit.
p.51
(22) * Idem, p.228
(23) * Martín Fierro 1,
febrero de 1924, p. 6
(24) * Evar Mendez lo hace en su trabajo en
la Exposición de la actual
Poesía Argentina, de
Pedro Juan Vignale y César Tiempo
( ); Carlos Mastronardi, citado por BEK,
dice “La
contribución lírica de Grünberg
está a la altura de las más
significativas de la generación martinfierrista” (
)
(25) *Guillot Muñoz, Alvaro. “Carlos
M. Grünberg, poeta lúcido”, Judaica 96,
junio 1941, pp.261-267
(26) *En su ensayo “La naturaleza
del arte, según Guyau” (de Dos
ensayos filosóficos,
s/e, 1929) desarrolla CMG esta afirmación
de Platón, relacionándola con
la eternidad de la obra de arte.
(27) * En este poemario sólo aparecen
dos referencias judías explícitas: “...Mucho
dolor, dolor inagotable / con el que todavía
se entrelaza / otro dolor, temible, inexorable:
/ el que en herencia me legó mi raza.” (“Dolor”,
p.69) y este pintoresco cierre de la descripción
de una “Tardecita de verano”: “...Hasta
que me interrumpe con certero / grito un
gallo que va por el camino / con su barbado
rostro de rabino / y su enérgico andar
de mosquetero.” (p.41)
(28) * Adina Schereschevsky, nacida en Moisesville
(29) * Juan Carlos Rébora y Carlos M.
Grünberg. Cinco estudios de
derecho sucesorio, Librería
y Editorial “La Facultad”,
Buenos Aires, 1930, pg.6
(30) *“En la Escuela de Comercio
Nº5 eran frecuentes interlocutores Jorge
Oría, Enrique Díaz de Guijarro
y Grunberg. (...) Carlos Grunberg, más
encendido, más dispuesto a la polémica,
no olvidaba elogiar a Miguel de Toro y Gomez y
al Diccionario Larousse, modelo del género.” (Angel
Mazzei, en La llama que aún
arde, Ed.Menlo, 1992, pg.67)
(31) *Mundo Israelita,
22/6/1929
(32) *Mundo Israelita,
26/7/1930, p.13, poema incluído luego
en Mester de Judería como “Infancia”
(33) *M.Gleizer editor, Buenos Aires, 1930,
150 pp.
(34) *César Tiempo, La campaña
antisemita y el director de la Biblioteca
Nacional, Mundo
Israelita, Buenos Aires, 1935,
62 pp., referido a Hugo Wast
(35) * “Un mártir cristiano
del hebraísmo: Juan Reuchlin”, Mundo
Israelita , 7/11/1931, p.5
(36) * Senkman, Leonardo. La
identidad judía en la literatura
argentina, Pardés, 1983,
p. 46
(37) * Idem, p.47
(38) *Con su particular trasliteración
de algunas palabras de origen ídish
y hebreo, CMG escribe sabat por shabat,
sábado; salom por shalom, el
saludo hebreo que significa paz; ídiz para
designar la lengua ídish, etc.
(39)* 1916 alude al año del centenario
de la Declaración de la independencia
argentina. Este poema ya había visto
la luz en el primer número de la revista Judaica, julio
de 1933, donde se titulaba “Himno”
(40) * Con la palabra pogrom CMG alude
al ataque contra el barrio judío porteño
que tuvo lugar durante la Semana Trágica
de enero de 1919.
(41) * Lockhart, Darrell B. (Editor). Jewish
Writers of Latin America, a Dictionary,
NY & London, Darland
Publishing Inc, 1997, p.245
(42) * Noé, Julio. Historia
de la Literatura Argentina,
IV tomo
(43) * Antes de su inclusión en este
libro, este texto apareció en el semanario Mundo
Israelita del 26 de julio de
1930, bajo el título “Rabí Josué”.
(44) *Hebraísmos y Criptohebraísmos
en el romance peninsular y americano,
separata de Judaica 51/53,
1937
(45) *Princesa sábado, Judaica 34,
abril 1936, pp.161/5; Judá Leví, Judaica 112/114,
1942
(46) *La cabra, Davar
(47) *¿Qué es el judaísmo?, Heredad 5-6
a 9-12, 1946
(48) *Italia y los judíos, Heredad 9-12,
set-dic 1946, pp.179-185
(49) *Bajo el remiendo amarillo, Heredad 7-8,
jul-ago 1946, p.57
(50) *Salmos 113 a 118 y 136, Heredad 1-2,
ene-feb 1946, pp.43-53
(51) *Heredad 1-2,
ene-feb. 1946, pp.55-57
(52) *La creación, Génesis
I-1 a II-3, Heredad 9-12,
set-dic 1946, pp.59-62
(53) *Narración de Pascua,
original hebraico y traducción castellana
en prosa y verso, prólogo y notas de
CMG, Fundación para el Fomento
de la Cultura Hebrea, Buenos Aires, 1946
(54) * “Emprendí mi traducción
de la ‘Narración’ —del
himno de libertad más antiguo que
se conoce, a la vez himno de libertad de
mi estirpe—
a mediados de 1943, en circunstancias en
que hacía un mes y medio que, en la
primera noche de Pascua del 19 de abril de
1943, los 40.000 judíos del ghetto
de Varsovia, remanente de 600.000, se habían
levantado en armas contra los nazis, resueltos
a cobrarles caro sus vidas, como por cierto
lo hicieron durante cuarenta y dos días
y noches, en el episodio más heroico
de la segunda guerra mundial (...). La suerte
ha querido que publicara mi traducción
para la primera Pascua posthitleriana.” (Idem,
pg.XV)
(55) *Ibídem, pg. XIII-XIV
(56) *Heredad 1-2,
ene-feb 1946, pg.9
(57) *Davar 104,
ene-mzo 1965, pp.3-5
(58) *Según relato telefónico,
—el 20 de julio de 1998— de Itzhak
Navón,
en aquel entonces un joven de 26/27 años,
segundo secretario de la Embajada de Israel
en la Argentina y luego presidente de Israel.
Durante su estada en Buenos Aires, Navón
entabló amistad con CMG, “un hombre
encantador pero nada facil; sabía lo
que quería y defendía sus puntos
de vista con coraje. Hablábamos mucho
de filología y me impresionaba su conocimiento
de la literatura y la poesía mundiales”.
(59) * Ignacio Klich y Gladys Jozami. La
integración de los “exóticos”. Árabes
y judíos en el Servicio Exterior de
la Nación (1900-1966). Trabajo
inédito.
(60) * Idem, p.24, nota 108. Ver adjunto B
(61) * De cartas a su hija Noemí: “Yo
espero, para 1965, publicar mi Nuevo
Mester de Judería con alrededor
de 150 poesías, si bien todas breves,
no pocas de una sola copla.” (4/VIII/1964) “Mi
libro ya está en imprenta. (...)
Le he cambiado el título al libro.
Le he puesto Junto a un Río
de Babel.
Esta frase es una paráfrasis del
primer versículo del Salmo 137 “Junto
a los ríos de Babel” y viene
a significar algo así como junto
a los ríos de la Diáspora,
del Galut, o sea precisamente, mi río
porteño,
el Río de la Plata. También
he aligerado algo el libro suprimiéndole
unas 30 poesías cortas (casi todas
de una estrofa) y dos pliegos. Así es
que ahora tendrá 216 poesías
y 17 pliegos (272 páginas). He sacrificado
un poco de extensión a fin de ganar
en densidad y de mejorar la lógica
de la posición ética del
libro.” (30/VIII/1965)
(62) * “Junto a los ríos de
Babel estábamos sentados, llorando
al acordarnos de Sión...” (Salmo
137)
(63) *Ver acerca de este tema la parte correspondiente
del excelente trabajo de Florinda Goldberg, The
complex Roses of Jerusalem: The Teme of Israel
in Argentinian Jewish Poetry, en Tradition
and Innovation, Robert DiAntonio
y Nora Glickman (Editores), Albany, State University
of New York Press, 1993, pp.77/79
(64) * Senkman, op.cit., p.323
(65) * Junto a un río de
Babel reúne poemas escritos
a lo largo de los 25 años que lo separan
de Mester de Judería.
Muchos de sus textos fueron apareciendo en
diferentes publicaciones en esos años;
por ejemplo, una treintena vio la luz en 1950,
dos años después del surgimiento
del Estado judío (“Promisión”, Mundo
Israelita 1395, 22/4/50, p. 2) y
otros quince unos años más tarde (Davar
50, 1954, pp.52-55).
(66) * Senkman, op.cit., p.325
(67) * “Un diferente y su diferencia”, Davar 108,
1966, pp. 4-7, texto leído por CMG durante
la presentación de Junto
a un Río de Babel en
la Sociedad Argentina de Escritores el 23/XI/1965
(68) * De este poema hay dos versiones; una, ”A
Alberto Gerchunoff”, (Davar 31/33,
1951, p. 57), y otra, “Gerchunoff”,
que ve la luz en este Junto a un
río de Babel, p.258.
Yo privilegio la frescura de la primera versión
y es la que reproduzco. La segunda versión
presenta algunas variantes en las primeras
dos estrofas. “Somos, Alberto, la academia hispana
/ de los nabíes y de los rabíes,
/ que dobla en sus íberos otrosíes
/ la unicidad jerosolimitana. // Somos la
cuadratura castellana / del círculo judiego.
Sinaíes / enladinados,
Toras sefardíes, / salmos y
trenos a la toledana.” Vale la
pena subrayar, por la cadencia, que CMG acentúa
la primera sílaba de “Tora” (en
plural, “Toras” en este caso),
contrariamente a lo que suele hacerse con éste
término hebreo, pero siguiendo el criterio
del Diccionario de la Real Academia Española.
(69) * En un ejemplar de “La Nación” de
diciembre de 1998 se cuenta precisamente de
una nueva y revolucionaria teoría del
lingüista Noam Chomsky acerca del origen
común de todas las lenguas...
(70) *
También los restos de la hija mayor
de Carlos y Adina, Elisabet, fallecida en 1970,
fueron incinerados y sus cenizas sembradas
en ese río.