Iehuda Amijai en Buenos Aires y Buenos Aires en Iehuda Amijai

Al cumplir Israel cincuenta años, un puñado de escritores y artistas participamos en la Biblioteca Nacional de una velada dedicada al renacido Estado judío. La consigna era que cada uno eligiera del enorme universo literario israelí, un autor para homenajear a través suyo a Israel, desde las calles de Buenos Aires. Yo me detuve, sin dudarlo, en Iehuda Amijai, este poeta jerosolimitano cuyo acento forma parte, para mí, de lo más hondamente judío de la poesía de un Israel cercano. A partir de un hecho cualquiera de todos los días, a partir de una imagen cotidiana totalmente inocente, su palabra comprometida, plasmada en versos sencillos, de tono casi coloquial, sabe dispararnos de pronto a imágenes, a un tiempo judías y universales, de la más intensa y sabia poesía.

¿Datos biográficos? Los datos de su biografía más honda hay que buscarlos en sus poemarios. Allí palpitan su amor por Jerusalem, su amor por el  amor y su íntima familiaridad con los gestos y textos de la tradición judía, tan empapada de poesía para quien sabe verla. Amijai toma un versículo de las Escrituras o una imagen del Sidur, el libro de plegarias judío y con delicadeza y coraje le cambia una palabra, potenciando, desde una perspectiva nueva, su sentido original. El bíblico “del polvo vienes y al polvo volverás” se vuelve en un poema suyo “del hombre vienes y al hombre volverás”. Dice allí:

La muerte en la guerra comienza / con un hombre joven / bajando escaleras.

En esta primavera / quién se erguirá para decirle al polvo: / Del hombre vienes y al hombre volverás.

Dice en un poema con remembranzas del Sidur:

Mi Dios, el alma que pusiste en mi / es humo que brota / del eterno fuego de los recuerdos de amor. / Nacemos y de inmediato comenzamos a arder, / hasta que el humo, como humo, se desvanece.

Otro poema, de extraña familiaridad con el Dios judío:

La mano de Dios está en el mundo / como la mano de mi madre en las entrañas del pollo sacrificado / en vísperas de Shabat.

De sus poemas sobre Jerusalem:

Si me olvidase de tí,  Jerusalem / que mi diestra sea olvidada y mi izquierda recordada, / sea recordada mi izquierda y tu diestra cerrada / y tu boca abierta.

Y dice de su intimidad con Jerusalem:

Jerusalem, lugar del que todos recuerdan / que han olvidado allí algo / pero no recuerdan qué han olvidado. // Yo, para esa recordación / visto mi rostro con el rostro de mi padre.

Allí, en Jerusalem, confluyen para él la ciudad y el amor, su otro gran tema:

Esta es mi ciudad, la ciudad donde los objetos de mis sueños se llenan / como los tanques de oxígeno de los buzos para bucear. / La santidad que contiene Jerusalem / se transforma a veces en amor.

Todo esto para recordar que Amijai anduvo por Buenos Aires y que Buenos Aires entró intensamente en su poesía, hermanada con Jerusalem y el amor. Su paso por nuestra ciudad fue en 1970,  y a su vuelta el poeta compuso un ciclo de veinticuatro Shirei Buenos Aires (Poemas de Buenos Aires) que aparecieron a principios de los años ‘70 en un poemario suyo titulado Ve’lo al menat lizkor (Y no es por recordar).

Un poema es un hecho tan misterioso, tan milagroso como un ser vivo, y resultó apasionante encontrarnos en esos bellísimos textos porteños de Amijai. Conmovidos por el descubrimiento, nos sentamos varias noches con Abraham Platkin a vertirlos al español.

Uno de esos poemas dice:

Ciudad de Borges y de Tsivia, / ciudad de un obelisco que no conoció Egipto, / ciudad de Susana, que no sabía de mí. / Territorio entre el llanto y la risa / sin llanto ni risa. // Casas en las que quisiera vivir para siempre / tal como en la Edad Media / el alma ansiaba vivir en un cuerpo puro y hermoso. // Ciudad de Eduardo: / anoté su dirección en mi libreta, / también él anotó la mía en la suya. / Es de suponer que no nos volveremos a ver.

(Ir shel Borges ve’shel Tsivia, / ir shel obelisk she’lo raa et Mitsraim, / ir shel Susana / she’lo sham’a alai. / Shetaj bein beji u’bein tsjok / bli beji u’bli tsjok).

También le cantó a una muchacha de Mar del Plata: (Noldá le’iad haiam be’ir del-mar... ):

Ella nació junto al mar en la ciudad del mar; / se enamoró en un pequeño cuarto lejos de él, / y vive en una calle que lleva el nombre de / alguien muerto y olvidado. /.../ Besé su boca formada por un idioma / extraño. Así aprendí. /.../ Durante mi invierno es su verano y durante mi día, su noche. / Y mis jornadas se alargan cuando las suyas se acortan / y sus ojos semejan oro disuelto en ocre / y la forma de su cuerpo es como la forma de una puerta en mi vida.

Otro (Majshirim dakim, / majshirim dakim meod):

Instrumentos delicados, / instrumentos muy delicados. // Y una mujer sorprendida por un leve dolor; / algo huyó de su rostro hacia adentro, /risa sombra. // Sus antepasados aniquilaron a los pueblos indígenas: / en ella quedó / una culpa de pájaros / que causaron dolor al aire con su vuelo. // Instrumentos delicados, / instrumentos muy delicados.

Algunos paisajes de Buenos Aires (Hitstalvut Santa Fe ve’Callao):

Cruce de Santa Fe y Callao, /de tarde, esperando: // ¿cuál de todas las sombras es mi sombra? / Por eso levanté una mano, / por eso te amé. //Cruce de calles, /una verdadera cruz.

Otro (Lashevet be’cafe afel / birjov Coronel Diaz):

Estar sentado en un café ocuro / en la calle Coronel Díaz, / héroe amargo, muerto. // Una pequeña taza de café fue suficiente / para la larga estada; /un diario en un idioma que ignoraba. // Esparcí una torta sobre un plato / como para un pájaro: tú vienes / miras en derredor. // Yo estoy sentado, quieto, te veo, / come rápidamente, /échate a volar.

Otro. Uno puede imaginárselo, parado en una esquina o sentado en un café mirando. Dice:

Los últimos tramos de un sepelio argentino / cruzan mi camino. Tres, cuatro, /ya sin flores. La tumba está lejos, / es un sepelio muy elegante, absolutamente urbano, / con el ojo pintado, la mejilla pulcramente afeitada / y con un vestido negro bien ceñido al muslo, / huyendo de la muerte, // y existe un hombre que no tiene / para sepultar / sino el recuerdo de una noche.

Uno de los conmovedores poemas porteños de Amijai comienza así:

Durante todo el tiempo en que estuve aquí / no vi el mar. Cierta vez / de noche, me contaste acerca de él. / Y no quise escuchar, para que / Buenos Aires fuera / como Jerusalem, sin mar.

(Bejol haiamim she’haiti kan / lo raiti et haiam. Paam / balaila, sipart li alav. / Ve’lo ratsiti lishmoa, kedei / she’Buenos Aires tihie / kmo ierushalaim, bli iam).

En su despedida uno de sus poemas dice así (Shajavnu / gluim ve’shavim / ki’shnei jatsaei tapuaj):

Estábamos acostados / desnudos e iguales como las mitades de una naranja / hasta que la tarde / oscureció por tu voz. // Las aguas pueden ser lloradas, / las piedras no: por eso vuelvo a Jerusalem. / ‘¡Extrañaré!’ dijiste. / ¿Quién te habrá enseñado a pronunciar / una palabra tan grosera?

Sin embargo vamos a extrañarlo. El enamorado poeta jerosolimitano pasó por Buenos Aires y nos queda su poesía, pero la muerte de Iehuda Amijai deja a Israel, a la poesía hebrea, al pueblo judío y al mundo más pobres.

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